Capítulo 2

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Dos semanas encerrada en la Academia Militar para jóvenes insensibles de West Falls

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Dos semanas encerrada en la Academia Militar para jóvenes insensibles de West Falls.

Dos semanas en las que viví lo que no pude en St. Thomas.

Dos semanas que me enseñaron a no fiarme de nada ni de nadie, semanas en las que lloré bajo las frazadas de mi cama y reí en la puerta de la cafetería.

En West Falls la gente no es tan maravillosa como te pintan.

Cami y Winona, esas dos arpías se encargaron de hacer de mi estadía un completo infierno, claro no olvidemos mencionar al apuesto y desgraciado Capitán Jeux, el mismo que me ha regalado más castigos que vida. Creí que todo iría perfecto, estaba algo optimista por los fines de semana, días que no pude aprovechar por los castigos que tuve que cumplir.

Como hoy, mi segundo sábado en este infierno, sin poder salir a divertirme y limpiando la asquerosa cafetería, sola y sin un alma en estos rincones. Friego el suelo con dureza tratando de limpiar la mancha de sopa como una auténtica cenicienta. Me puse un lindo vestido de playa para salir hasta que apareció el Capitán para informarme sobre el castigo que tendría que cumplir el lunes. Pero como al señor se le antojó ponerlo para hoy, no tuve otra opción y vine.

— Domazkov no está bien. –imito con molestia. –Domazkov las pesas no se alzan así, Domazkov es usted una niña llorona. –trapeo y enjuago la mancha. Me acerco a las mesas y paso un trapo por encima. –Domazkov ¿siempre tiene que ser tan inútil? Maldito idiota, insufrible con delirios de grandeza. –recojo las cosas, guardo todo en el armario de limpieza y avanzo por el pasillo cargando una cubeta y un trapeador.

Los chicos deben estar disfrutando de su agradable paseo por el centro, todo el mundo decidió usar este día para disfrutar del grandioso sol, incluso los demás oficiales de alto rango viajaron para ver a sus familias, Douglas, Cortés, todos se han ido menos yo, los vigilantes y el asqueroso demonio Jeux.

Tanta belleza es un desperdicio divino, Dios ha repartido la perfección a la persona equivocada.

— No me ha dejado ni siquiera un maldito radio. –me quejo mientras acomodo las cosas en la oficina del conserje. Cierro la puerta a mis espaldas y ojeo mi vestido. El perfecto celeste está cubierto de grasa y de jabón.

— ¿Ya terminó soldado? –aprieto los puños cuando escucho su voz a mis espaldas, ¿Si ya terminé? Estuve limpiando desde las siete de la mañana.

— Si capitán.

— Voltee.

Volteo y oculto mi rostro molesto con una sonrisa fingida.

— No oculte su molestia soldado. –pide con un deje de burla en su voz y una sonrisa cínica. Cosa que solo logra enojarme más.

— No estoy molesta capitán. –me cruzo de brazos. Si sigo perdiendo más tiempo aquí, me tragaré detergente.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora