Capítulo 11

134 11 4
                                    

Con el demonio adecuado, cualquier infierno es perfecto

Cuando mis piernas desnudas se deslizan a través de la sábana, mi cuerpo entero parece adoptar un sentimiento que nunca antes a estado ahí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando mis piernas desnudas se deslizan a través de la sábana, mi cuerpo entero parece adoptar un sentimiento que nunca antes a estado ahí. Su olor a mar, arena y viento de verano inunda el espacio y se adhiere a mi piel, como si siempre tuvo que estar ahí.

El calor de las sábanas calienta cada rincón de mi ser, desde la punta de mis pies hasta mi cabeza.
¿Cómo puede ponerme así el simple roce de una tela?

Que huele a él.

Mi pulso se acelera de solo pensar que noches atrás, durmió aquí, justo donde yo estoy ahora. Me cubro con las frazadas y no puedo evitar hundir mi nariz en ellas, aspirando profundo como si el olor fuera una droga.

Los débiles rayos de luz iluminan el espacio y veo un saco de boxeo al fondo que no había visto por la noche, no tuve el tiempo suficiente para ser una cotilla.

Peino mi cabello revuelto gracias a las delicadas almohadas que tragaron mi cabeza anoche y me incorporo, ignorando los quejidos de mi conciencia, rogando porque me quede donde estoy. ¿No podían darnos almohadas como esas? No es que la mía fuese una roca, pero hay niveles.

Camino con los pies descalzos hasta la puerta que parece ser el baño y termino dentro de un pequeño armario que huele a Evian. La ropa está perfectamente colocada y dividida en colores, desde el más oscuro hasta el más claro.

Realmente no me sorprende ni un poco que sea un maniático del orden. Digo, es Evian, don perfecto.

Abandono el armario para no espiar demasiado y ahora si entro al baño, observo mi aspecto en el espejo. Mis mejillas rojas me recuerdan lo tonta e inmadura que soy y acerco mi dedo al dentífrico.

Uso mi dedo como cepillo y enjuago mi boca con el líquido azul que descansa en un frasco transparente. Una vez estoy lista, vuelvo a verme en el espejo y me río de mí misma.

¡Dormiste en su cama por razones que desconoces Irina, no es para tanto!

Me mojo el rostro para espabilar un poco y pego el grito más profundo de mi vida cuando veo a Evian bajo el umbral de la puerta, a través del reflejo.

Coloco una mano sobre mi pecho y cierro los ojos molesta.

— ¡Demonios Jeux! ¡Debes anunciarte si no deseas que me infarte!

— No sabía que tenía que "anunciarme" para entrar a mi habitación. –recalca y hace énfasis en el mí.

Abro los ojos y puedo verlo con calma, nuevamente usa esos jeans azules que peligran con caerle por las caderas, sus lindos brazos se ven ocultos por una camisa algo desgastada de alguna banda de rock y sus pies calzan unas botas sin cordón.

Sexy.

— Hola. –saludo nerviosa. Sus ojos viajan a mis piernas desnudas y suben por mi torso, únicamente cubierto por una camisa corta.

Fresas Y DagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora