Amor anónimo de una viajera en bicicleta

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En un día muy nublado con brisa fría y refrescante, los arboles parecían que le obsequiaban flores a los ciudadanos cuando de la cima se dejaban caer con una suavidad confortable, las mariposas de diversos colores revoloteaban con gran velocidad esparciendo libertad por todos lados. El sol se encontraba dormido detrás de las nubes proyectando sus rayos color amarillo resplandeciente y daba la impresión de que un ángel tímido se encontraba escondido con pena de ser revelado, las aves cantaban afinados y al unísono haciendo escuchar su armonioso canto y un arcoíris que parecía ser un anillo de compromiso para el planeta se veía en lo más alto del cielo azul.
En las vías de aquella gran ciudad se mantenía pedaleando sobre una bicicleta color cereza una chica llamada Alice, de melena negra recogido con un lazo grande de color blanco, de corazón repleto de esperanza y amor, ojos tan claros como el agua virgen y con un largo cabello brilloso que despedía magia, delante de su vehículo de dos ruedas llevaba una pequeña cesta en donde contenía sus libros y más fieles pasajeros, mejores amigos y confidentes a la vez. Pedaleaba con gran deseo, con el aire acariciando su rostro recorriendo aquel paraíso terrenal, se sentía feliz y creía que esa mañana no podía ser mejor, ¡hasta que lo vio cruzar la calle! Un joven de pelo castaño muy apuesto, ojos brillantes con un color chocolate que por sí solo recordaba al dulce sabor de un bombón, caminaba con gran elegancia al lado de sus dos mejores amigos que eran fácilmente opacados por él, veía como sacaba de su bolsillo la llave de su casa que ahora se había convertido en su favorita considerando en su mente que alrededor existían otras viviendas incluso mejores, de todos los hogares adoraba a esa, a la más sencilla que al igual que una ostra posee una humilde cubierta pero en su interior resguardaba una reluciente perla de elevado valor.
Observaba como se despedía con un abrazo fraternal para sus amistades con una risa brillante que se convirtió en estrellas de su universo, el chico espero a que sus amigos cruzaran la esquina preocupado por lo que le pudiera suceder a ambos, cuando se perdieron de vista el muchacho volteo con la rapidez de un pestañeo levantando su mano para saludarla y posteriormente regalarle una sutil sonrisa, entra a su casa y cierra con llave la puerta. La adolescente se encontraba petrificada con todo lo que había pasado, Cupido la había visitado y clavado en su alma la flecha con más sobredosis de amor que tenía bajo su poder, sus manos se encontraban en su pecho tratando de controlar los latidos de su propio corazón acelerado y más vivo que nunca jamás, se dio cuenta que próximo estaba una panadería y que de ahora en adelante seria el lugar ideal para comprar la cena familiar, dio la vuelta sin antes echarle una mirada de anhelo por querer volver a contemplarlo algún día, se dirigió a su hogar más alegre que nadie, los cantos de los pájaros guardaron silencio para escuchar una voz fuerte y dulce que andaba en una bicicleta color cereza, cereza como sus delicados labios, pedaleaba con suavidad y parecía un cometa que viaja por el cielo azul con su cabello movido por el aire.

Al día siguiente en la universidad, solo esperaba con ansias la hora de cenar para ir a comprar el pan, en su cuaderno solo estaba dibujado corazones rosas que le dedicaba con todas sus fuerzas a aquel desconocido que desde entonces se había transformado en el sol radiante que desaparecía sus oscuras tinieblas de tristezas y desánimos. El tiempo transcurre lento, los segundos parecían tener una carga que no los dejaban pasar con velocidad pero cada uno de esos instantes sus pensamientos iban dirigidos a aquel chico, ¡de pronto!, se escuchó un ruido potente que puso a Alice los pies sobre la tierra pues el timbre que tanto había demorado por fin despertó con su sonido repetitivo para poder salir a viajar y volar en aquella ciudad de árboles floreados. Después de siete minutos Alice llega temprano y muy entusiasmada a esperar en un banco color verde esperanza a que apareciera el querido protagonista de la película de su vida.

Llega el ocaso de la mano con el retardo, la chica con gesto apagado recogió su bicicleta para estacionarla al lado de la panadería y así comprar la cena que sus preocupados padres esperaban con ella, creía que tenía la peor de las suertes cuando vio una fila kilométrica para cancelar sus compras, la estrella de su entusiasmo se vio atenuado por un instante, ¡cuando de repente! Abrió la puerta el muchacho que tanto había esperado (ya que su lugar favorito para comprar dulces era esa panadería en especial), se dirigía a la vitrina y sus ojos se iluminaron cuando observo una parcela de pastel de vainilla con crema de chocolate, chocolate como el color se aquellos brillantes ojos, a la enamorada Alice solo le tomo un momento para darse cuenta que el sol de sus emociones fue víctima de un pequeño eclipse que oscureció momentáneamente la luz de sus sentimientos pero que ahora estaba resplandeciendo otra vez con más intensidad que antes.
La fila permanecía larga para pagar y supuso que su amor secreto de cabello castaño peinado con rebeldía seria impaciente para esperar una hilera de personas que hacia extraviar fácilmente la mirada, sus pulmones inhalaron abundante aire como gesto de sorpresa al sentir que el adolescente se posicionaba justo detrás de ella para esperar su turno para pagar llevando consigo la caja colorida que guardaba su postre. Totalmente alarmada de felicidad sujeta la bolsa de papel que llevaban el pan caliente como si fuera un osito de peluche con el que puedes confiar ciegamente para confesarle algo importante, para su mala suerte (que era dudosa) su caballero se encontraba transportado en otro planeta escuchando música Pop Rock que tanto amaba, ella se veía sosegada a comparación de su corazón que permanecía muy activo así como una avalancha que va ganando poder cada vez más cuando cae de la pendiente.
Alice deseaba que él no llevara puestos sus audífonos para poder conversar, sin previo aviso se le resbala de la cabeza su moño blanco y golpea la punta del zapato del atractivo muchacho y este con gran amabilidad al igual que rapidez lo recoge del suelo para entregárselo en sus propias manos, se quita los auriculares para decirle en tono un poco grave que se llamaba Cristhian y para hacerle comprender con un comentario tierno que poseía un precioso cabello negro largo, Alice se presenta sorprendentemente sin tartamudear y le dice que es un gusto haberlo conocido, sus manos hicieron contacto para saludarse pero la chica se rehusaba a despedir sus dedos de los suyos en tan placentero calor que emanaban ambos de sus palmas.

El silencio de un corazón frustradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora