Alex era tan reservado y aislado como la soledad misma, su vida era tan emocionante como soltar un suspiro en el viento, los únicos amigos que poseía era aquellos que ganaba cuando pasaba de nivel en las aventuras extraordinarias de sus videojuegos. En clases, se sentaba en el último pupitre de la izquierda donde se encontraba una nube gris de melancolía, cuando llega el receso, se sentaba muy lejos de los demás a comer un sándwich de queso fundido, fundido como sus ganas de vivir. Al llegar a su hogar, saluda a sus padres susurrándoles la bendición, subía con pocos ánimos a las escaleras que llegaban a su cuarto, se cambia el uniforme tan formal como el traje de un abogado, baja lentamente a cenar y luego sube una vez más los peldaños para sumergirse en su pieza en la pantalla de sus odiseas.
¡Esa era su completa vida! Sin experimentar la realidad y sin saber que era la felicidad, ¡hasta aquel día! Tan repentino como un accidente que ocurre sin poder prevenirlo, llego alguien nuevo en el salón de clases, un estudiante de intercambio que venia del extranjero se presentó frente a todos y guardo asiento en el último puesto de la derecha en donde se encontraba el frio de la inseguridad y una nube gris de tristeza, Alex se extrañó al ver que de tantos lugares disponibles había elegido el más alejado de la sociedad pero al fin de cuentas no le dio tanta importancia, mientras la profesora explicaba la compleja matemática sacaba de su morral un juguete para entretenerse ante aquella aburrida situación.
Sin querer, su muñeco se le resbala de sus pequeñas manos y cayó en lo más distante de la esquina de la derecha, el nuevo estudiante se agacha para recogerlo y posteriormente se levanta para entregárselo en las propias manos de su propietario sin antes brindarle una sonrisa y decirle que tenía la misma figura de acción que él, así que tomo su mochila, lo puso al lado del de Alex, saco su juguete y le propuso a que jugaran, totalmente emocionado el chico acepta su invitación y cruzan el límite que separa la realidad de la fantasía para soñar juntos, todo esto a expensas de su profesora. En el recreo, ambos gritaban, corrían y reían sin parar, compartieron sus meriendas para después ponerse a volar con sus grandes alas al mundo de sus ilusiones. Aquel día Alex consiguió su único y mejor amigo a la vez llamado Max.
Los meses pasaron rápidamente y aquellos dos niños crecieron, abandonaron sus marionetas de edición especial y los reemplazaron por un balón de futbol original y los mejores al igual que costosos libros juveniles del momento. A Max le encantaba jugar al soccer como a nada en el planeta, era su pasatiempo preferido, por otro lado, Alex (que seguía manteniendo un poco su personalidad afable y sosegada) le fascinaba la lectura y a pesar de que le cautivaba leer muchas veces se encontraba acompañando a su mejor amigo en muchos enfrentamientos deportivos, desde las gradas le tiraba fotos a su amigo y registraba las hazañas que ayudaban a ganar al equipo en una hoja de papel que luego pasaría a otra más pulcra y presentable.
En una oportunidad, Max con los ojos tan brillantes como el fulgor de una estrella, le había comentado que su sueño era ser un excelente y reconocido futbolista, a partir de ese instante Alex le brindó su apoyo sin titubear ya que Max lo había ayudado cuando lo rescato del pozo solitario en el que estaba. Alex no solo era el mejor amigo de Max sino también su más ferviente admirador, lo acompañaba a todas las prácticas y torneos, lo ayudaba en las actividades escolares y siempre lo animaba cuando perdía algún encuentro deportivo importante al igual que le subía la autoestima cuando culminaba de las peores formas posibles con sus amores primaverales. Max nunca descansaba ya que siempre tenía juegos a cual asistir, eran escasas las veces que perdía el equipo porque él se esforzaba al máximo y no se comparaba con nada ni a nadie.
Después de cada uno de los partidos Alex llegaba entusiasmado a su hogar saludando a sus padres y conversando en la cena de las estrategias más importantes de la competencia, cuando terminaba de comer subía impacientemente a su habitación para redactar los logros de su mejor amigo y del equipo. Alex tenía una libreta guardada en donde colocaba todas las victorias del grupo escrita a bolígrafo con tinta negra, tenía los partidos capturados en videos y una gran cantidad de CDs se encontraban adheridos a ese cuaderno con gran densidad de hojas. Cuando en los fines de semanas se cancelaban alguna que otra práctica, Max llamaba a su leal compañero al celular para ver películas y series todo el día sin antes pasar por la cocina para preparar batidos de chocolate, incluso, iban en busca de toda clase de alimentos para degustarlos mejor con lo que verían juntos en la pantalla en aquel cine improvisado.
En un día soleado, Max llamaba a Alex para darle una extraordinaria noticia que cambiaría su carrera como futbolista. En pocos minutos su mejor amigo y confidente se encontraba en su casa y Max extremadamente alegre lo abraza riendo y gritando, Alex soltaba pequeñas risas diciéndole que se tranquilizara y una vez que su amigo tomo el control de sus emociones le cuenta lo sucedido, le dijo que había recibido un correo electrónico por parte de su representante en donde le decían que todo el equipo había clasificado para juegos internacionales después de tantos inconvenientes y que pronto se encontraría muy lejos de aquella ciudad.
Alex empieza a reír otra vez y junto con Max comienza a gritar de euforia, luego, el sonido de las risas desaparecieron del lugar gradualmente convirtiéndose en un instante de silencio que escondía soledad. Alex en tono serio le explica que también él había recibido una noticia que cambiaría su propio mundo, pues había ganado una beca de una universidad en el extranjero que lo ayudaría a convertirse en un estupendo escritor (el sueño de toda su vida), aquellas palabras le retumbaron fuertemente en su cabeza y provocaron que su corazón latiera despacio pero muy potente.
Max se alegraba por su compañero de esa oportunidad tan imponente que le otorgaban, pero en el caso de que decidiera aceptarla implicaría que no lo acompañaría más en su camino, le regala una semisonrisa de lado y le pregunta que si ya había escogido estudiar a las afueras de la ciudad, Alex le asiente con su cabeza y baja la mirada para que no se diera cuenta que sus ojos despedían lagrimas que se deslizaban por su mejillas, le pide con quebranto en su voz que por favor lo disculpara, Max le extiende su brazo por los hombros y con tranquilidad aparente le dice que no se preocupara, que también merecía cumplir sus propios sueños y que sería un acto egoísta el hecho de no alegrarse cuando la vida le ofrecía rosas blancas de buenas probabilidades de éxito en el futuro.
Del morral de Alex sonaba el celular, se extendió para agarrarlo sin desprenderse de su leal compañero eterno, un tono preocupado le preguntaba en donde se encontraba, sus padres le dijeron que ya era tarde y que lo esperaban en el hogar, cuelga el teléfono una vez terminan de hablar, prepara todas sus cosas y se despide de Max sin antes decirle el día en que se reunirían para verse otra vez, su ultima vez juntos en esa prestigiosa ciudad.
Cuando Alex llega a la puerta, Max lo abraza y le agradece por su enorme apoyo incondicional hacia su persona. Una vez que su hermano por vinculo de afecto se marchaba y se perdía en la oscuridad de camino a casa, Max no pudo contener su aflicción y dejo caer sus lágrimas como una lluvia de estrellas, ¿Cómo olvidarse de alguien especial que había estado desde la niñez extendiéndote la mano para ayudarte a levantarte cuando cayeras? ¡Simplemente no era posible!
Pasaron pocos días y el momento de la dolorosa partida había llegado, doloroso como cortarse con un fragmento de cristal al caminar con los pies desnudos, Max estaba despidiéndose de Alex afuera del autobús que llevaría a todo el equipo a nuevos destinos.Max se quita de su muñeca una pulsera que siempre llevaba consigo en los torneos de futbol, se lo pone a su fiel amigo y le agradece otra vez por su apoyo con palabras temblorosas, Alex le brinda una sonrisa melancólica y busca en su bolso la libreta de todos sus logros, se lo regala y le dice que en ese cuaderno tan denso de hojas estaba registrado su vida entera cuando le había ofrecido toda su compañía, Max con el corazón amarrado con espinas hirsutas le da el ultimo abrazo para retirarse, se sube al colectivo y se marcha mientras Alex se queda petrificado observando el transporte que se lleva al que siempre considero un hermano perdido.
Max se fue con aquella libreta que tenía sus propias partidas guardadas tanto en textos como en CDs, con todas sus hazañas y logros, con todas las victorias excepto una, la victoria de hacerle saber a su más íntimo confidente que lo amaba y que quería pasar el resto de su vida a su lado, se dio cuenta que no en todas las historias de amor es necesario tener como protagonistas principales a una princesa y a un príncipe.
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El silencio de un corazón frustrado
AcakEs impresionante como la vida es tan benévola pero a la vez es tan despiadada con todos sin excepción, a veces estás tan agradecido con ella, mientras que en otras llorando le pides al firmamento que te de la respuesta del por qué se comporta tan ma...