Susurros en el acantilado

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Era muy temprano cuando Estela estaba limpiando la cafetería, no tenía otra opción que ordenar aquel negocio sola puesto que era hija única, ya había terminado de lavar los trastes, botar la basura del lugar, organizado las mesas con cuatro sillas en sus alrededores, dejar muy claros los vidrios que anteriormente tenían una marca de huellas dactilares que los clientes se empeñaban en dejar, y ya solo faltaba barrer todo el lugar, en el ambiente se escucha una lista de músicas urbanas más populares del momento seguido de bailes graciosos que solo Estela conocía.

Estela era una chica muy alegre, amorosa y amable con todos, era una de esas personas que te hacían olvidar que era un aburrido lunes para convertirlo en una fiesta sin fin de carcajadas, la chica le encantaba ayudar a su familia en el negocio que mucho tiempo atrás sus padres conformaron con mucho esfuerzo, ella estaba feliz con todo lo que la vida le había obsequiado a pesar de que se quejaba en silencio de vez en cuando porque su destino prácticamente estaba trazado como una simple mesera y repostera de cada uno de los dulces que allí vendían, le gustaba pertenecer a la cafetería que tenía por nombre < Eterna primavera> pero también le emocionaba la idea de que en algún punto de su existencia llegaran momentos diferentes repleto de felicidad, quería experimentar la vida detrás de las vitrinas y las cuatro paredes que tenía como prisión, ella comprendía perfectamente que no todo era trabajar, y como todo adolescente, deseaba ser libre como el viento sin tantas responsabilidades ni preocupaciones que la aturdieran.

Las 6:00 am marcaban en el reloj del establecimiento y Estela abre el negocio con la seguridad de que cada cosa estaba en su lugar determinado, su madre ya estaba adentro en la caja preparando el cuaderno que tenían como libro de registros de las ventas al igual que en donde se sacaban el presupuesto de todos los productos, un nuevo día de labor empezó con rapidez cuando un grupo de administradores se acercaron para desayunar antes de ir a sentarse en las oficinas llenas de papeleo que arreglar, la adorable chica se dirige a los cuatro hombres para tomarles su orden sin antes echar un rápido vistazo al espejo para comprobar que estaba estupenda, cuando llega a la mesa sus latidos eran lentos pero fuertes, su concentración se fue al suelo al ver su rostro angelical a la vez que se perdía en lo delicados que eran sus labios, el chico termina de especificar su pedido pero la joven con mucha vergüenza le pide que por favor le repitiera todo lo que había dicho inventando como pretexto que su bolígrafo no tenía tinta, el joven con tono suave pero grave le repite con amabilidad el desayuno que todos sus compañeros habían elegido para empezar aquel día nublado, la chica se retira colocándose el bolígrafo de tinta negra en su coleta de caballo que tenía como peinado para posteriormente llevar el pedido lo mejor que podía prepararlos sus dos delicadas manos, llega hasta la maquinaria en donde se preparaba el café para hacer los cuatro capuchinos claros mientras que de los estantes de cristal sacaba cuatro pastelitos de queso en forma de cuadrado.

Luego de su rapidez para distribuir los pedidos, organiza en forma sistemática y notoria la comida junto con las calientes bebidas espumosas, se dirige a paso lento pero seguro hacia la mesa correspondida sin que el miedo a tropezar y derramar los capuchinos se repitiera en su mente, afortunadamente llega incólume a la circular mesa de metal para entregar lo que con tanto esmero había preparado con la intención de enamorarlo, los chicos les dan las gracias sin antes decirle que era una camarera muy preciosa, Estela agradecida se retira deseándoles un buen provecho y diciéndoles que cualquier cosa que necesitaran estaría a su merced.

En un momento repentino, llegan un grupo de chicas de la facultad más prominente de estudios universitarios de la ciudad para opacar su atención, las adolescentes iban vestidas con la mejor de las marcas actuales de aquella época haciendo juegos con sus bolsos coloridos que les traían sus padres desde el extranjero, las populares se sientan con aires de superioridad sobre toda existencia haciendo que los muchachos quedaran completamente encantados por sus maquillajes ostentosos y sus accesorios resplandecientes, Estela respira hondo pidiéndole a Dios que no les hiciera pasar escarnio público como la mayor parte del tiempo en que la humillaban por no ser de clase alta en su sociedad, llega hasta donde ellas están y comienza a escribir sus instrucciones tan detalladas y complicadas, las tres hermosas chicas les habían pedido diferentes tipos de cafés al igual que diferentes tipos de comidas, todo aquello lo habían elaborado con la intención de enredarla en sus tareas y disfrutar por medio de los tropiezos de Estela su diversión, para su mala suerte, la preciosa camarera ya era una experta en todo lo que a preparaciones de alimentos y pedido concernían, llega velozmente con todo perfectamente elaborado para posterior retirarse a limpiar la cafetera que había derramado solo un poco, su corazón late con el ritmo de una canción de rock al oír que la llama el chico para darle las gracias por su maravilloso atención al cliente, los chicos le pagan lo correspondido sumando una merecida propina para ella, los jóvenes se marchan a la mesa próxima en donde estaban las modelos creídas por su belleza para invitarlas a salir, una de ellas se percata que a Estela se le perdía su mirada a un chico de ojos oscuros color azul y decide aceptar la invitación sin antes tomarlo por los brazos para hacerla sentir triste, los muchachos se van a visitar un centro comercial a las proximidades de la panadería pero Mirta (la jefa del grupo de las serpientes) deja caer a propósito su café marrón sobre toda la mesa circular, Mirta se disculpa realizando muecas junto con risas disimuladas por no poder controlar su maldad, Estela dulcemente les dice que no se preocupara que ella se encargaría de todo.

El silencio de un corazón frustradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora