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Capítulo 18
Despacio y sin prisa, Gulf caminó hasta la cama y se quedó de pie a un lado de ésta. Llamó a Mew con el dedo índice de su mano derecha indicándole que se acercara. Y como si estuviera bajo una especie de hechizo, Mew caminó hasta quedar frente a Gulf.
Ninguno dijo una sola palabra, y los únicos sonidos en la habitación hasta ese momento eran los latidos de sus corazones y sus respiraciones agitadas por la emoción del momento. Se sintieron afortunados pues pocas personas en el mundo tenían la oportunidad de compartir un momento tan íntimo y placentero con la persona que aman. Estaban agradecidos con el destino por haberse encontrado.
En la habitación fue Mew quien tomó la iniciativa y se acercó a Gulf para besarlo en los labios con arrebato y frenesí; se preguntaba por qué demonios se estaba conteniendo mucho cuando delante de él tenía un hombre igual o más pasional y ardiente que él. Su amado girasol quería entregarse a él y él no solo quería recibirlo, deseaba ceder su propia esencia a la persona que más amaba en la vida.
Con sensualidad, Gulf fue deshaciéndose de los botones de la camisa de Mew. Odiaba que su novio usara ropa tan difícil de quitar, pero a la vez se sentía sexy desabrochando botón por botón lo que le permitía rozar la nívea piel de su pareja. El cuerpo del mayor tembló ante el fino contacto de los dedos de Gulf, aquello era una tortura que si por él fuera hubiera acabado hace tiempo.
Sin embargo, Mew quería que Gulf llevara las riendas de aquel mágico momento, quería que el menor se sintiera seguro, tranquilo y con la plena confianza de que solo se haría lo que él quisiera. Aunque debía reconocer que esa faceta tan sensual y erótica de Gulf donde no se le veía ni nervioso y mucho menos asustado lo estaba llevando al borde la cordura.
Con la nariz metida en el cabello de su novio, Mew suspiró al sentir como la camisa que usaba caía al suelo después de deslizarse por su sensible anatomía. Las manos de Gulf palparon su pecho y un pinchazo de placer sacudió su erección que nada más comenzar ya necesitaba atención.
Se sorprendió más cuando la lengua húmeda del menor delineó tortuosamente uno de sus pezones. Involuntariamente enterró sus dedos en la sedosa cabellera negra y dejó que su boca declarara lo que aquella acaricia había provocado en su cuerpo.
Gulf sonrió victorioso, quería ser el único que pudiera poner a Mew en un límite muy cercano a la locura. Deseaba que Mew estuviera loco por él, solo por él; que dejara la caballerosidad de lado y que marcara su cuerpo como parte de su territorio, uno que solamente él podía explorar. El menor era ardiente, caliente, apasionado y vigoroso y deseaba quemarse en el fuego que solo Mew era capaz de darle.
- Creo que alguien está muy activo por aquí – Mew detuvo los jodidamente buenos lengüetazos que recibía.
- ¿Quieres cambiar de roles? – preguntó el otro con una sonrisa traviesa.
- Los roles nunca se han cambiado, cielo – la sonrisa autosuficiente de Mew excitó a Gulf – yo siempre he sido el activo –
El beso más caliente que había recibido a su vida, se lo estaba dando Mew en ese preciso momento. Un brazo rodeaba su cintura de manera posesiva mientras la otra mano lo tomaba de la nuca en un agarre fuerte y firme, no deseaba escapar, pero si remotamente se presentaba el caso no podría hacerlo, Mew lo tenía bien sujeto sin ninguna posibilidad de huida.
Estaba tan perdido en la nube de deseo en la que lo subió Mew que no supo ni cómo ni cuándo el mayor lo había aventado en la cama. Solo fue consciente de eso cuando su espalda descansó sobre la cómoda superficie del lecho que habían compartido las dos últimas semanas.
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Vuélveme a querer
RomanceMewGulf Cometer errores es terriblemente fácil, tratar de compensarlos no lo es tanto. Estaba atravesando una muy mala racha, uno de esos periodos en los que poco a poco, lentamente todo va de mal en peor, donde, como dicta la ley de Murphy, "si al...