Alana
Mientras estoy acostada en la cama del consultorio de mi ginecóloga, observo las imágenes en la pantalla. El ecosonograma me muestra cómo es mi bebé. Mis lágrimas empañan la vista, pero, aun así, escucho el latido de su corazón. Es el sonido de un amor a primera vista, profundo y abrumador.
No importa el miedo que he estado sintiendo todo este tiempo atrás, ni las veces que maldije mi suerte, todo lo que tengo ahora es amor para esta pequeña persona que se está formando en mi corazón.
Tengo doce semanas de embarazo. Hace cinco semanas, con el corazón latiéndome a mil por hora, me hice la primera prueba de embarazo; antes de eso pensaba que era un simple retraso. Después de tres minutos de incertidumbre, vi el positivo.
Desde ese cambio de camino, vivo en un estado de ansiedad constante. Solo mi mejor amiga conoce la noticia; nadie más, ni siquiera el padre de mi bebé.
«Vamos, Alana, no es que las cosas siempre tengan que ser el peor escenario... Todo está en tu cabeza.»
Claro, no estoy embarazada de un extraño. Christopher y yo llevamos cinco años juntos, pero cada vez que hemos hablado de un futuro en común, él ha dejado claro que no quiere tener hijos y que no espera que yo lo desafíe con algo como lo que nos está pasando. ¿Cómo le digo ahora que estoy esperando un bebé?
Estas semanas han sido un desastre. He tratado de evitar a Christopher y he mentido diciendo que estoy en mis días del mes, que tengo que quedarme en casa de Monique o simplemente que me duele la cabeza. Él no sospecha nada; nunca ha tenido razones para sospechar en los últimos cinco años. Siempre he sido muy cuidadosa porque sé que él no quería tener hijos.
Hoy, al salir de la consulta médica, me encuentro con Ava, la hermana de Christopher. Ella y yo fuimos juntas a la universidad, y fue quien nos presentó. Ava me pregunta por la consulta y menciona que estoy ganando peso, pero logro evadir sus preguntas con habilidad.
Sumergida en mis pensamientos, escucho la voz de Christopher llamándome a la entrada.
—¡Alana! —exclama, y mi cuerpo se estremece. Mis miedos están a flor de piel; solo quiero terminar con esta ansiedad que me está consumiendo el alma. Siento cómo los pasos son una cuenta regresiva a mi verdad.
Tratando de estirar el momento, saco una botella de vino y una sola copa. Mis manos tiemblan cuando le paso la copa, y es que Christopher tiene esa dualidad, puede ser el mejor hombre del mundo o el peor idiota de la historia cuando se lo propone.
—Hola, cariño, tenemos que hablar —digo, nerviosa. La tensión en el ambiente me hace temer lo peor. Estoy a punto de quebrarme.
—Dime. Te escucho. ¿De qué tenemos que hablar? —cuestiona, en su cara hay una molestia aparente. Su mirada está a la defensiva. Olvido todo el discurso que practiqué frente al espejo. Solo puedo conjugar una frase que se repite en mi cabeza.
Una que tiene inicio, pero no fin.
—Estoy embarazada —murmuro. Este es mi momento de verdad. No hay adornos ni metáforas, solo el pánico en mis ojos y mis hombros encogidos, mientras intento ver la reacción de Christopher.
Instintivamente, pongo las manos sobre mi vientre. Me siento sobreprotectora, como si todo mi cuerpo quisiera abrazar a mi bebé. Nos quedamos en silencio, y cada segundo se alarga como una eternidad.
—Alana, sabes que nunca me he imaginado siendo papá. Es algo que no está en discusión —dice, tocándose la barbilla. Hace una pausa y añade—: ¿Desde cuándo lo sabes?
—Hace cinco semanas. Me hice una prueba de embarazo y dio positivo. Hoy fue mi primera cita médica. Tengo doce semanas de embarazo.
Casi balbuceo lo último, tengo miedo y eso hace que sobreexplique mi vida entera.
—Alana, no está en mis planes jugar a la familia. No quiero que esa cosa siga creciendo. Quiero que te deshagas de eso. —Al no entender lo que quiere decir, expongo mis emociones.
No sé qué decir. Mis lágrimas fluyen sin control, y balbuceo tratando de explicarme.
—Chris, cariño, sabes que te amo y tú me amas. ¿Por qué no podemos ser una familia? ¿Es tan difícil imaginar un vínculo más fuerte después de tantos años juntos? —Mi voz se quiebra en plena crisis emocional—. ¿Podemos hacer que esto funcione?
—Alana, si haces esto esperando que te pida matrimonio o para retrasar lo inevitable, estás muy equivocada. No quiero tener nada más contigo. Esto que hiciste destruyó nuestra relación. —Su mirada se vuelve helada mientras continúa con sus duras palabras—. Nunca pensé que llegarías a tanto. Me decepcionaste.
»Si esto es parte de un complot para ver si me atrapas, tú más que nadie sabes que los hijos no amarran a los padres. Es tan patético tu intento de mantener una relación vacía con un hijo.
Si su intención es lastimarme, acaba de lograrlo. Con cada palabra, siento cómo mi corazón se quiebra. Pero sé que no merezco este trato. No fui la única que puso este bebé en mi vientre, y una ira desconocida empieza a surgir dentro de mí.
—¿Sabes qué? No voy a hacerme ningún aborto. Si no nos quieres en tu vida, está bien. No te vamos a obligar. Y si alguna vez quieres conocer a tu bebé, siempre tendrás la oportunidad —le respondo, con la voz temblando de furia.
Christopher se acerca y me toma por el brazo. Por primera vez, siento miedo por mí y por mi bebé. Bruscamente, me empuja y, con voz llena de rencor, me escupe sus palabras.
—Eso que tienes en el vientre no es mío, tú bien sabes que tenemos semanas que no intimamos. Quiero que acabes con eso y punto. No volveré a repetirlo. Ya sabes qué hacer con tu ridícula excusa de familia. No vales nada para mí. —Mientras se aleja hacia la puerta, lanza una última advertencia—. Si sabes lo que te conviene, mejor hazme caso; no querrás sufrir una pérdida traumática.
La amenaza queda flotando en el aire. Es la vida de un inocente, y él, sin piedad alguna, nos rechaza. ¿Cómo puede negar que es suyo si él ha sido el único hombre en mi vida? Me desecha a mí y a nuestra historia solo porque no encajamos en sus planes. Pero mi bebé no pidió esto.
No sé en qué momento el curso de mi vida se volvió un juego de dolor. He perdido el control, y estoy pagando por ello con lágrimas y un vacío en el corazón.
Durante años, excusé su frialdad, sus comentarios hirientes, su egoísmo. En el fondo, creí que nuestro amor tenía algún valor para él, que algún día cambiaría. Hoy, veo claramente los colores de su verdadera personalidad: despiadado conmigo y con nuestro bebé. No merece mi perdón.
Mientras pienso, una pregunta se hace cada vez más fuerte: «¿Debería temer por mi seguridad y la de mi bebé?»
Tengo que salir de aquí antes de que regrese. Quizás esta sea mi única oportunidad de escapar. Por primera vez, temo lo que podría hacerme y me urge proteger a mi bebé.
Escucho la voz de mi madre en mi mente: «No puedes derrumbarte, tienes que seguir adelante por tu vida y la de tu bebé».
Quisiera tenerla aquí, a mi lado. Ella siempre ha sido mi fortaleza. Siento que un abrazo suyo me ayudaría a sanar este corazón roto. Pero ahora, tengo que ser fuerte por mí y por el hijo que llevo dentro.
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DESPUÉS DE TI
RomanceAlana Davis, es una mujer con todas las respuestas para sus 24 años de edad, justo cuando su vida cambia por un embarazo inesperado. Lo más delicado es que el papá de su bebé no quiere tener hijos, y le pide que se haga un aborto. ¿Qué pasa cuando...