Track 10: This Good Life

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This Good Life es un canto al hedonismo, simple y falto de pretensiones. Podría decirse que es la canción de rock que toda banda de rock tiene; rápida, pegadiza y comercial. Su letra—y su mensaje—son simples; hay que disfrutar la vida, y esta noche es el mejor momento para empezar.  

La canción, distribuida por las radios británicas y estadounidenses hasta la saciedad, vendida en más de cuatro millones de copias y rutinariamente demandada por el público en las actuaciones en directo, acabó siendo amada y odiada por dos multitudes enfrentadas e igualmente entusiastas; por un lado, los fans, la mayoría adolescentes, que habían encontrado en la canción la banda sonora de la despreocupación y la diversión sin límites ni expectativas fijos. Por otro, los no-fans, la mayoría, padres de los primeros, que acabaron hartos de escuchar los mismos acordes arrancar en la radio treinta y siete veces al día, una y otra vez.

Y a ellos, comentan las malas lenguas, acabaron sumándose los propios miembros de Crossing Mirrors, que la tocaban incansablemente, pacientemente, en todas las actuaciones, conciertos, apariciones en programas de radio y televisión y actos promocionales. Con un descaro y una energía que fueron quedándose rígidos repetición tras repetición.

"Tras exprimir This Good Life hasta la náusea", escribió el crítico Billy Gacy en su columna semanal en la revista Twist, "los que estamos hartos de oírla encontramos consuelo en el hecho de que la banda parece odiarla tanto como nosotros".

El primer gran tour internacional de Crossing Mirrors arrancó con un concierto en Los Angeles el 4 de diciembre de 1977. Fue el pistoletazo de salida a la promoción de su segundo álbum, Midnight Sessions, que obtuvo críticas generalmente favorables y pulverizó todas las cifras de Crossing Mirrors. La faraónica sala de conciertos Poseidon, en Sydney, fue anfitriona del concierto que puso colofón a la gira a mediados de 1978 y que suscitó burlas entre los medios locales cuando se anunció; el local podía acoger a más de veinte mil personas, y el periódico regional The Sydney Post llegó a publicar una viñeta cómica con unos caricaturizados Crossing Mirrors tocando en un enorme local vacío.

Las localidades, de hecho, acabaron agotándose tres días antes del concierto.

FRANK HILL (representante). —El tour del 78 fue un éxito rotundo, y la consagración del grupo en el panorama internacional. Tocaron en las mejores salas, en ciudades del mundo entero. Recorrieron los cinco continentes. Llenaron estadios. Fue la época dorada de Crossing Mirrors.

NIALL. —Fue un absoluto infierno. Pasábamos por cinco ciudades a la semana, tocábamos día y noche. Si las entradas se agotaban, se doblaba la fecha, y nos quedábamos sin descansar al día siguiente. Si las ciudades estaban lejos, teníamos que dormir apilados en la furgoneta porque viajábamos toda la noche y no daba tiempo a parar en un hotel. Pero los viajes en avión eran lo peor de todo.

Zayn empezó a arrugar la nariz por absolutamente todo, Harry y Louis no le prestaban atención a nada que no fueran ellos mismos, y Liam se pasaba el día colgado al teléfono desde que había conocido a Ciara.

Fue la primera vez que empecé a plantearme que no me gustaba aquella vida.

HARRY. —Claro que se desgastaron las cosas entre nosotros. La vida del tour era dura, para todos. Nos habíamos criado prácticamente juntos, pero en algún momento la balanza se había inclinado peligrosamente desde "amigos" hacia "compañeros de trabajo". Y nadie puede estar con sus compañeros de trabajo las 24 horas del día, trabajando y discutiendo y repitiendo el ensayo por el error de alguien, y no acabar odiándolos a todos sin remedio.

ZAYN. —Los conciertos eran increíbles, el único momento en el que todos recordábamos por qué habíamos trabajado tanto para llegar hasta allí. Al principio me los tomaba como una vía de escape, para disfrutar de la noche, de la música, olvidarme de todo lo demás. Pero no duró demasiado; mantener el ritmo y la energía de las actuaciones se acabó convirtiendo en algo más que había que soportar poniendo buena cara, mientras a nuestro alrededor todo era caos y secretitos.

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