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A pesar de la inmensa calidez que Lexa le regalaba a Clarke con cada gesto, las heridas de su vida, como siempre, no le permitían respirar bien. Ya llevaba más de una semana compartiendo cama, abrazos, horas y besos con la morena. Y a pesar de sentirse en un oasis, de pronto, la realidad se encargó de opacar las pequeñas luces de alegría que estaba llegando a sentir.

Todo partió cuando de la nada, llegó el primer abanico de notas de la universidad, las cuales, se podrían comparar con los número rojos de una empresa que se va a la quiebra. Si bien Clarke jamás fue un modelo de estudiante, nunca le había ido así de mal. Y por primera vez, mintió a Lexa diciendo que no era nada de lo que preocuparse. Hipócrita, pues ella odia las mentiras, y la hermosa morena de ojos verdes era la persona que menos se las merecía. 

Luego, quizás por auto sabotaje, comenzó a cuestionarse todas aquellas cosas que no tuvo cabeza para cuestionar en su adolescencia. Cada vez que miraba a Lexa se derretía y sus ganas de acercarse a ella eran más que las de cualquier otra cosa en el mundo... pero, las dudas sobre su orientación sexual la mantenían despierta por la noche. Hubo días en los que miraba a Lexa dormir, y se preguntaba si realmente le gustaba, o si sólo sentía todo esto por ser la única persona que ha estado ahí más que solo con palabras, si no también con acciones.

Fue un día, en que había llorado toda la tarde y llegó a casa de las Woods antes que Lexa lo hiciera, llevaba horas de llanto hasta que finalmente cayó dormida; cuando despertó, vio a Lexa agachada frente a ella y acariciándole el cabello. Sintió como su corazón se llenaba de vida, como la sangre le oxigenaba el cuerpo, algo parecido a un shot de adrenalina, una inexplicable fuente de energía que nació solo por el hecho de mirar unos ojos tan hermosos. - ¿Qué haces? - le preguntó. - Solo observando lo hermosa que te ves durmiendo. - Ese día, Clarke comprendió que no se trataba solo de que Lexa fuera amigable con ella. Tampoco se trataba de su poca experiencia, y no tenía nada que ver con que sólo había tenido una corta relación con un chico hace siglos atrás. Nadie, además de ella, le había dado ganas de vivir con solo una mirada. No un hombre, no otra mujer, ni siquiera su madre antes de fallecer. Solo Lexa.

Sin embargo, habían otras situaciones en la cabeza de la rubia. ¿Cómo se tomaría esto su papá?  a pesar de la rabia que aun sentía en su pecho para con él, este era su única familia. No abuelos, ni tíos ni tías, no primos, nada. Sólo él. Y por años y años y años, su propio padre se había encargado de casi ser un ente ajeno a la realidad. Curioso, ya que a pesar de estar tan distante, era el principal motivo de tristeza y desamparo para Clarke. Lo amaba tanto, que a pesar de todo el daño, le importaba lo que él tenía para decir; y, haciendo memoria, Jake jamás había emitido ningún juicio  respecto a la comunidad LGBT+. Clarke tenía miedo, de alguna u otra manera, siempre había querido demostrarle a su padre que ella era una de las pocas cosas buenas que él había hecho, que todo no era en vano. Y eso era un gran peso para una persona tan frágil como Clarke.

En ocasiones, las heridas de Clarke no tenían razones para estar atacando, incluso en los días que podrían considerarse buenos, estas se manifestaban, y ardían en su cuerpo y en su mente sin que ella supiera el por qué. En un momento estaba bien, y al siguiente, sus manos temblaban, su pulso aumentaba y sentía como si un millón de hormigas caminaran simultáneamente en su cuero cabelludo. Minutos de sufrimiento, a veces 15, a veces media hora, y a veces solo un par de minutos pero constantemente durante todo el día. Ella intentaba disimular, pero a Lexa no se le escapaban los saltos de Clarke, como si alguien invisible la asustara de la nada. Tampoco se le iba que de pronto Clarke no tenía energía para levantarse de la cama, o que de la nada se quedara paralizada como si toda su energía la estuviera ocupando en recordar cómo respirar. Lexa pasó por eso hace unos años atrás, intentaron darle pastillas y ella optó por flores, intentaron que fuera a un psiquiatra y ella optó por una terapeuta alternativa. Deseaba saber qué necesitaba Clarke para brindárselo, pero sentía que aun era muy pronto para preguntarle eso a Clarke. Sabía perfectamente que los ataques de pánico no eran una broma, y sabía perfectamente que aunque intentara esconderlo, eso era lo que le pasaba a Clarke.

Dos semanas después de la sobre dosis de Jake, Lexa y Clarke estaban en el jardín de la casa de las Woods leyendo artículos y preparando proyectos para sus clases. Era entrada la tarde y Lexa se perdía mirando el pequeño lunar que adornaba el labio superior de Clarke. A pesar de todo, ambas chicas se habían acostumbrado demasiado rápido a la presencia de la otra. Lexa no imaginaba concebir el sueño otra vez sin recibir un beso o una caricia de buenas noches. Y Clarke, a pesar de que jamás en su vida había desayunado apropiadamente, no imaginaba no volver hacerlo junto a la compañía de Lexa. Eran pequeños detalles, acompañarse haciendo todo o haciendo nada, encontrar tiempos de estudio, de risas, de ocio, de besos, de labores domésticas, incluso encontrar espacios para estar en soledad, pero tranquilas sabiendo que en la noches volverían a soñar juntas. 

Fue por eso, que cuando el celular de la rubia sonó y esta le dijo a Lexa que era Meredith, la cara de la morena se llenó de tristeza. Sabía que era egoísta de su parte, pero no quería que Clarke se fuera, por un momento deseó que Jake se quedara para siempre en ese hospital... y se odió por eso.

- Hola Meredith.

- Clarke, cielo, han pasado dos semanas y sé que es difícil para ti y que no habías recibido ninguna noticia, pero tu papá me pidió que hablara contigo. - dijo la voz de la doctora al otro lado del teléfono.

- ¿Él está bien?

- Está... mejor. Sería bueno que vinieras a verlo, me pidió que te lo pidiera.

- No sé si estoy lista Meredith.

- Sé que no, a veces nunca se está, cielo. Pero yo estaré aquí en todo momento. Como cuando eras pequeña y esperábamos juntas a tu mamá a que saliera de sus cirugías. - Clarke sonrió.

- ¿Cuándo?

- Mañana, luego de tus clases.

- Mañana tengo turno en la cafetería. Dile que estaré ahí el jueves, si eso te acomoda a ti también, Mer.

- Está perfecto esa fecha, cielo.

- ¿Algo más que debería saber? 

- Bueno ha sido una larga desintoxicación, y no la ha pasado bien. Estuvo un poco triste y todos los días estaba atento para ver si preguntabas por él.

- No llamé porque sabía que estaba vivo, y era todo lo que me importaba. Lo amo, pero no tengo energía para soportar otra desintoxicación, ni para saber cuantas veces convulsionó. Simplemente no puedo Mer, no esta vez.

- ¿Estás bien, cariño? Espero que no estés sola.

- No lo estoy, están cuidando de mí. - Miró a Lexa, quien solo oía la el diálogo de Clarke, y se sonrieron tiernamente. - Nos vemos el Jueves, Mer. Gracias por todo.

Clarke le contó todo a Lexa, no tenía nada que ocultarle, bueno, nada además de sus notas y disimular cuando se sentía muy mal, pero eso es solo porque no quería preocuparla. Había hecho tanto por ella.

- ¿Quieres que te acompañe? 

- Solo si tienes tiempo, Lex.

- No solo tengo tiempo, también tengo ganas de estar para ti. - dijo mientras le tomaba la mano con dulzura.

- Espero no te moleste todo esto. 

- ¿Por qué lo dices?

- Bueno, me has abierto tus puertas dos semanas, no quiero molestarte.

- Yo no quiero que estés sola en tu casa. Quiero cuidarte, por favor, quédate.

- Eres maravillosa.

- Incluso puedes quedarte cuando tu papá vuelva. Estaba pensando, podríamos ir a tu casa, y ordenarla, dejarla impecable para que tu papá se sienta cómodo al volver.

- Reitero, eres maravillosa. Me encanta la idea.

En ese momento, se hoyó una voz grave, pero a la vez muy femenina que decía:

- Bueno, bueno, a caso será posible que mi hija se levante a saludarme...

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Espero que les haya gustado este viaje un poco más reflexivo de los sentimiento de Clarke.

¿Cómo será Indra? ¿Estará Clarke lista para volver a ver a Jake?

- Emma.

Mi refugio - CLEXA AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora