Capítulo 14

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¿Quién sabe el verdadero significado del engaño?

El engaño es considerado, dentro de la iglesia, como un perjuicio enorme contra la sociedad, precisamente por dañar la confianza entre los pares. Sin embargo, ¿cómo podemos dominar y eliminar esa sensación continua que nos lleva, muchas veces sin ser conscientes, a engañar? ¿A utilizar las palabras para conseguir lo que sea, en muchos casos?

El engaño inicia desde lo más profundo, en la ambición corrosiva, en el rencor siempre latente, en la necesidad de saciar la sed de venganza. También por querer ocultar ciertas situaciones que pueden lastimar de una manera dantesca a quien está a nuestro lado.


En ese lugar, donde nadie se atrevía a entrar sin ser invitado, había dos personas que se encontraban en completo silencio. Ninguno se arriesgaba a tan siquiera respirar, creían que si lo hacían se asfixiarían de lo denso que se había vuelto el ambiente, luego de lo que acaba de suceder. Tan solo se escrutaban con los ojos, se miraban como si fuesen un par de desconocidos. Sin embargo, de eso había tan poco, porque habían compartido lo que nunca antes con otro.

Pero...

¿Quiénes eran?

Ya ni eso sabían...

Sobre todo, ella...

Aquel delgado cuerpo terminó tocando la muralla con su espalda debido a los innumerables pasos que dio hacia atrás, luego de aquella confesión que la dejó en blanco. No sabía cómo reaccionar ante lo que ese hombre le había dicho hacia apenas unos minutos. Lo cierto era que lo miraba con desconfianza, con el cuerpo tembloroso y los ojos aguados. Así como también lo observaba con cautela y con un temor inusitado.

Sino era un sacerdote, ¿quién era? ¿Por qué estaba allí haciéndose pasar por uno? ¿Cómo pudo pasar eso? Se suponía que la Iglesia no permitía semejantes equivocaciones. ¿Equivocaciones? Como si fuese una.

Eso era una aberración por donde se le mirase...

—No te me acerques —fue lo primero que salió después de diez minutos sin decir una palabra, luego de que lo viese dar un paso hacia ella.

—¿Por qué?

—¿Y todavía me lo preguntas? —cuestionó incrédula —. No des un paso más o te juro que me pongo a gritar como loca.

—Sabes que eso no servirá de nada. La casa está lo suficientemente alejada como para que alguien te escuche. Pero lo que te digo, es que me oigas a mí, a lo que te tengo que decir.

—Ya lo sé —lo miró con recelo —. Eres un tipo de veinte años que no es un sacerdote como nos hiciste creer. Ya me lo has dicho y con eso me basta para querer alejarme de ti.

—¿No me vas a preguntar quién soy en realidad?

­—¿Para qué? No confío en ti, ya me has mentido una vez. Puede que lo vuelvas a hacer ahora.

Él se pasó la mano por el cabello en un gesto de absoluta frustración. Quería decirle cuál era su "papel" allí, pero Sakura no lo estaba dejando hablar. Estaba cerrada a ello. No obstante, ella tenía mucha razón en no querer oír razones, pero necesitaba aclarar las cosas con la joven novicia que tenía enfrente, con la mirada apagada y el rostro consternado.

Decidido, dio tres zancadas y la acorraló en la pared, dejando los brazos a cada lado de su cabeza y buscó su rostro. Aunque Sakura no lo dejó y por eso bajó la mirada. Pero él era tan necio como ella y agarró con una mano el mentón de la chica.

El sabor del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora