Capítulo 4

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Enjoy...



No pudo evitar que su corazón se encogiera...

Sakura estaba sentada en uno de los enormes pilares de mármol, escondida de todos, con la cabeza entre sus piernas, mientras sus hombros se sacudían con intensidad. Sus leves sollozos habían roto el sepulcral silencio que había en el lugar, hacían un eco que le llegó hasta el fondo de su ser. La había hecho llorar con sus palabras, estaba muy consciente de que la había dañado con su rechazo. Pero, ¡por Dios! No lo había hecho apropósito.

Tan solo quería que ella se diera cuenta de que no era correcto lo que había hecho. Santo cielo, sabía que había sido un gesto de gratitud por sus palabras, pero el padre Sasuke lo veía de otra manera. Firmemente pensaba que la chica se estaba metiendo a un espiral del cual después sería imposible salir. Por ese motivo él quería poner un alto a todo aquel desorden. Tanto al suyo como al de aquella joven e inexperta novicia.

Porque si aceptaba esa rosa, le daría a entender que era lo adecuado. Que cada vez que él le dijera palabras reconfortantes, ella debería darle algo a cambio y no era así. Tomó aire al tiempo que, en total y absoluto silencio, se acercaba hasta ella. Se mordió el labio cuando escuchó un débil: "Soy una estúpida". El padre se llevó la mano empuñada hasta la altura de su corazón, estaba muy consciente de que cometería una insensatez. Sin embargo, una fuerza poderosa lo impulsaba. Algo en su interior lo empujaba a hacerlo, por eso, se acuclilló frente a la novicia.

El aroma que desprendía de su cuerpo lo abofeteó casi con rabia en pleno rostro, porque la fragancia era exquisitamente cautivante. Se le asemejó a las mismas rosas que había cortado, a la misma rosa que él había rechazado. Miró entre sus dedos entrelazados y allí estaba la flor, tan opaca como ella.

¿Qué había hecho?

Alargó la mano hasta posarla sobre su cabeza. Sakura dio un brinco al tiempo que levantaba abruptamente su rostro. Al verlo, intentó ponerse de pie, pero el padre se lo impidió poniéndole la otra mano en el hombro. Sus verdes ojos estaban tan cristalinos que pudo ver a través de ellos la fragilidad de aquella indefensa novicia.

Se le encogió el corazón en un puño...

La mano que le había puesto sobre la cofia, bajó hasta su mejilla. Estaba tan fría que, sin poder evitarlo, la acarició con el pulgar. Intentando darle calor y de paso, sacar esa lágrima que rodaba con alevosía por su rostro. ¿Qué era lo que le pasaba? Era imposible apartar la mano de ese lugar, era como si estuviese adherida a su piel.

Era una locura aberrante que le daba terror...

—Discúlpame, hija mía —dijo él con voz baja.

—Usted no tiene por qué disculparse, padre Sasuke —no se apartó de su toque, no se atrevía a hacerlo. Apretó la flor en su mano, muy consciente de que otra vez se estaba enterrando las espinas.

—Claro que debo. Fui muy grosero contigo. Debí comprender que me querías regalar la rosa en agradecimiento. Perdón —bajó su cabeza con un sincero apesadumbro.

Sakura abrió sus ojos. ¿El padre Sasuke acababa de pedirle perdón? ¿Por qué? Él no tenía que hacerlo. Tragó saliva y llevó la mano hasta la de él, quería apartarlo, el tacto de sus dedos tibios le produjo algo indescriptible. No obstante, en cuanto lo rozó, ambos, sintieron algo irreconocible recorrer por cada una de las células de sus cuerpos.

Se quedaron mirando unos largos segundos. Estaban ubicados en la penumbra de aquel largo pasillo, escondidos detrás de un enorme pilar. No era correcto estar así y ambos lo sabían perfecto. Pero no podía obviar que una enigmática química estaba situada entre ellos.

El sabor del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora