Capítulo 23

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Enjoy...

—Estoy embarazada.

Una fría tarde de invierno había sido el contexto de dicha noticia, aunque de dichosa no tenía absolutamente nada. Aquel embarazo vendría a estropear los nuevos proyectos que estaban en mente. Ella estaba en silencio, con la prueba en la mano, mientras lo observaba sentado en el sofá. Él no había hecho ni un solo comentario más que mover, mientras leía, la ceja. Tampoco se había dignado a levantar la vista para mirarla a la cara.

No habían planeado, no al menos en ese momento, tener un hijo. Pero un pequeño error de cálculos, hizo que se deslizaran millones de espermios, hasta que uno fue el ganador de aquella frenética carrera. Y tal parecía ser que para ninguno de los dos era agradable la sorpresiva noticia. Primero, y luego de unos cinco minutos en la misma posición, él se removió incómodo. Segundo, ella se llevó la mano a la boca porque nuevamente estaba sintiendo náuseas. Ese era el motivo del porqué se había comprado un test en la farmacia.

Y había dado malditamente positivo...

—¿Qué se supone que quieres que haga?

Le preguntó sin verla...

Le preguntó con aquel tono tan desagradable que ponía cuando algo no salía de acuerdo a como quería. Era frío y calculador. Manipulador y arrogante. Le preguntó como queriendo que ella fuese la que le diese la respuesta correcta. La respuesta que quería oír. Sí, sí, esa misma. La que lo dejaría satisfecho, y con la cual podría seguir el rumbo de la mierda que estaba pensando en hacer, para convertirse en el importantísimo personaje dentro de aquella organización.

—No lo sé, estoy tan desconcertada como tú.

—Ah, ya —soltó el periódico —. Eres tú la que lleva el control natal en esta casa —resopló hastiado.

—¿Quieres que aborte?

—¿Lo harás?

—No quisiera hacerlo, pero si me lo pides...

—Esa es mi primera opción, por supuesto.

—¿Y la segunda?

—Es que tengas a esa cría, y la misma no sirva de pantalla.

Ese tipo era tan maquinador que, mientras estuvieron en silencio, había pensado que hacer con aquel bebé que inesperadamente había llegado. Y no le tembló la consciencia cuando supo cómo y cuándo poder usarlo. Le daba igual, la mierda era poder tener un inocentón colaborador que no tendría idea para lo que realmente serviría. Tendrían a ese hijo para que, cuando estuviese lo suficientemente grande, les ayudase.

Quizás metiéndolo en el mierdero...

Tal vez de otro modo...

—Mejor tenlo, ya te diré que haremos con él.

Pasaron los días...

Luego los meses...

Y una nueva desilusión los había golpeado...

Era una niña...

—Lo siento —se había disculpado ella.

—Mientras nos sirva, me da igual si es hasta un perro.

La crueldad siempre fue su fuerte, pero su inhumanidad estaba siendo excesiva y bastante exclusiva. Esa mujer solo lloraba por no haberle podido dar un varón. Estaba segura que si hubiese sido un niño, quizás él habría cambiado un poco su comportamiento. No estaría tan irritable, sin querer mirarla, muchos menos tocarla. Se miraba al espejo y creía que estaba horrible, no recibía halagos por parte de nadie. Estaba totalmente sola y eso le había creado un irremediable rechazo hacia su nonata hija.

El sabor del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora