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Jamás pasaron ni por lo más recóndito de mi mente, las cosas que podían llegar a suceder.

Por ello, tal vez, cada ocasión me sorprendía más, y era incapaz de reaccionar.

La realidad es que te tenía mucho miedo.

Recuerdo perfectamente la peor escena de celos que tuviste, sería imposible olvidarla.

—¡¿QUIÉN CARAJOS ES ESE IDIOTA, JANE?!

Estaba paralizada del miedo. Tú, hecho una furia, la piel enrojecida por el enojo, las venas del cuello, frente, y brazos, marcadas de tal manera, que parecía en algún momento iban a explotar.

No pude pronunciar palabra alguna, apenas y conseguía respirar, de manera atropellada, pesada e inconstante. Probablemente estaba tan blanca como un papel.

—¡¿QUÉ ME DIGAS QUIÉN ES, MALDITA SEA?! —volviste a rugir— Es tu amante ¿no? —añadiste en tono más bajo, un tono sarcástico y despectivo—. Por supuesto, que más podía esperar de ti —reiste sin gracia–, sabía que eras una puta.

Seguido de eso y para mi completa sorpresa –como si me pudiese sorprender más–. Te diste la vuelta, pero tarde me di cuenta que solo habías tomado impulso con tu mano para estampar una sonora y dolorosa bofetada en mi rostro.

Un fino pitido se hizo presente en mi oído izquierdo, igual que un punzante dolor. Pude sentir el sabor de la sangre embargar mis papilas gustativas.

Arrinconada a la pared, me dejé caer hasta estar sentada en el suelo, en completo shock.

Fue cuando el salado sabor de las lágrimas se hizo presente, que noté que tenía las mejillas, no, el rostro, empapado de ellas. Intenté enfocar, pero mi ojo izquierdo estaba completamente cerrado, seguro hinchado por el golpe.

Absorta totalmente en la sorpresa, ni siquiera noté que te habías ido.

Te habías ido.

Me habías golpeado.

Tú, que decías amarme.

Más lágrimas inundaron mi rostro, y un áspero y fuerte sollozo salió por mis labios. Un sollozo lleno de dolor, pero no por el daño físico, un dolor interno, porque fuera de las heridas en mi rostro, habías causado una nueva herida en mi interior, otra a las muchas que ya me habías hecho.

Más que nunca, una sensación de miedo me invadió por completo.

Nunca olvidaré ese día porque, fue la primera vez que me golpeaste.

Me golpeaste y te fuiste.

No como las anteriores veces, cuando discutíamos, y luego, cuando yo lloraba, me perdías perdón, y jurabas que me amabas.

Ese día dejaste la piel de oveja atrás.

Dejaste de solo mostrar fragmentos de tu verdadero ser, para dar paso completo al monstruo que se escondía tras aquellas pieles.

El infierno en el que ya vivía, se volvió aun peor.

My First LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora