EXTRA: DESPUES DE LO QUE FUIMOS

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El viento que entraba por la ventana soplaba aire fresco, el ambiente se sentía cálido por primera vez en años. El sonido de las aves cantar y la campanilla de las bicicletas me parecían relajantes. Nunca había tenido la paz que siento en este momento. A unos metros tenía un espejo frente a mí, el reflejo era halagador, mis ojos brillaban llenos de vida, mi cabello estaba algo corto.

Sin embargo, no había más miradas recelosas, mi cuerpo rara vez se ponía tenso. Los momentos incómodos solo se fueron. Los colores grises abandonaron mi vida y solo existían matices de colores. Siete años fue el tiempo que me tomó dejar el dolor atrás, siete años recibiendo mucha terapia para superar mis traumas y las experiencias retorcidas que viví. Fueron siete años para perdonarme a mí misma.

Los siete años más duros de toda mi vida.

Ambrose Collingwood murió arrollado por un auto en la autopista saliendo del pueblo. Esa fue la noticia que Garrett me dio cuando desperté luego de tres días en el hospital. Encontraron una carta en su pantalón y un collar, este último tenía un dije que simulaba dos manos unidas. Era evidencia, pero luché para quedármelo y ahora cuelga en mi cuello como un recordatorio de él, del hombre que nos liberó de la muerte.

Mi pesadilla debió terminar ahí, pero no lo hizo.

Luego de que estuviera bien físicamente, me dejaron salir del hospital. En todo ese tiempo mi padre no me visitó, Hunter me observaba con recelo. Ese mismo día fui llevada a prisión y pasé encerrada cuatro días por la muerte de Raven Weaver, hasta que se determinó que todo lo que hice fue en defensa propia. No se sintió así. Durante tres años despertaba todas las noches porque las pesadillas de ese momento no me dejaban dormir.

El único que se quedó a mi lado cada noche fue Garrett. Renunció a su trabajo y nos fuimos del pueblo para mudarnos a la ciudad. Desde ese momento comencé las terapias, eventualmente mi hermano me buscó para hablar, pero me rehusé a verlo hasta que yo estuviera la estabilidad mental para hacerlo. Hoy es mi último día en terapia, Garrett consiguió un empleo años atrás como detective.

— Jamás pensé que el amor era para mí, desde pequeña lo anhelé y un día solo dejé de hacerlo —tamborileé los dedos sobre mis rodillas desde la comodidad de mi asiento—, ahora tengo a mis hijas, al principio temí estar defectuosa para ellas, pero en ese momento comprendí que las amaba. Me negaba a la idea que sufrieran.

— ¿Alguna vez pensaste en ponerle el nombre de tu madre? —negué con la cabeza. Mi madre era un vago recuerdo de la tragedia y golpes que enfrenté, mis hijas merecían más que pertenecer a un mal sabor de boca. Así que les pusimos Ely y Mariah.

Maxwell tenía tendencias psicópatas, no obstante, no había cometido ningún crimen hasta el momento. Fue internado en un centro psiquiátrico público, supe que él fue diagnosticado como alguien no peligroso para la sociedad, pese a ello él decidió quedarse internado el resto de su vida. No tenía familia, según Maxwell este mundo no tiene nada que ofrecerle, así que escogió sentarse a esperar que los años pasen y su muerte llegue. Nunca volví a verlo, no quiero involucrar a mi familia en mi pasado. No necesitan revivir mi oscuridad para crecer. Aún así, le escribí una carta, espero la haya leído.

Francis se rehabilitó en el mismo lugar que Maxwell. Hace un mes fue libre de ese sitio y vivirá un tiempo bajo vigilancia para asegurarse de que es capaz de vivir una vida normal entre las personas. Me buscó una semana atrás, él solo apareció frente a mí, me dio las gracias y se fue.

— La opción nunca estuvo sobre la mesa —admití con honestidad. Dejé el trabajo en el hospital, ahora me dedico al hogar y a mis hijas, mi hermano siguió, pero se mudó a la ciudad. Seguir en ese pueblo hubiera acabado conmigo. Mis hijas lo amaban y él a ellas. Se casó en verano con una enfermera, estoy feliz porque volvió a sonreír.

Paciente Cero |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora