XXXII

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"Tal vez te destroce, tal vez te empuje por el precipicio al que siempre te asomas, en el que nunca nadie te dijo: hazlo"

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"Tal vez te destroce, tal vez te empuje por el precipicio al que siempre te asomas, en el que nunca nadie te dijo: hazlo"

— Valentina Romanetti

Desde pequeña siempre me intimidaron los hombres vestidos de traje, pero señores mayores, aquellos que se acercaban con una sonrisa que prometía amabilidad, una amabilidad perversa que tenía un propósito ruin. En este momento volvía a sentirme de esa manera, solo que esta vez podía diferenciar esos detalles que muchos no notarían hasta que fuese demasiado tarde.

― Es un placer conocerlo, lamento no estar presentable. Una emergencia familiar se me presentó ―dije señalando la sangre en mi vestimenta. Fingir que nada sucedía era algo que por primera vez fue difícil. Me repasó completamente de pies a cabeza.

― No se preocupe señorita Halliwell. Yo mejor que nadie conozco lo que es tratar de proteger a la familia. ―Su tono de voz fue insinuante. La mirada que me dirigía era gélida, aunque sus palabras sonaran cordiales no había nada amable en sus ojos.

— Supongo que está aquí por lo sucedido. —Las imágenes de Raven en el suelo en su propio charco de sangre se repetían en mi mente. Su mirada llena de terror cuando caía por el tragaluz, sabiendo que su vida se escapaba de sus manos es algo que pesará en mi consciencia.

— Así es, pero también se debe a que uno de nuestros trabajadores no aparece por ningún lado, eso lo hace sospechoso o víctima —dijo con tranquilidad como si no fuera relevante.

Miré hacia el reloj que decoraba la pared, el tiempo se me acababa. Si notificaban la muerte de Raven en el Rosewood se darían cuenta que lo sé. Una enfermera se acercó a nosotros dedicándole mayor atención a Magnus.

― Señor, la enfermera Agnes lo necesita en su despacho. ―Le informó, después se retiró.

― El deber me llama, espero volver a vernos en otras circunstancias. ―Al igual que con Raven, sus palabras me supieron a amenaza.

Caminé decidida por todo el instituto intentando desviar las miradas curiosas de los pocos que quedaban merodeando. Las luces se apagarían en unos minutos dando por terminada la jornada, tenía que llegar a Maxwell antes que cambiaran al oficial de turno, debía sacarlo en ese cambio. Pasé por mi consultorio buscando el sedante que le suministraría, no esperaba que fuese sencillo.

Una vez tuve todo listo fui en su búsqueda, el arma la había perdido en la cripta. Cuando salí del consultorio, todo el pasillo se encontraba desierto, una a una las luces fueron apagándose, pero me sabía el camino de memoria. La única luz prendida era en la oficina de Agnes, menos mal no tendría que pasar por ahí.

Llegué al pasillo donde estaba la habitación de Maxwell, el oficial miró el reloj en su muñeca y procedió a guardar sus cosas, tenía tres minutos para sacar a Maxwell antes que el siguiente en turno llegara. Me aparecí con la bata puesta, la cerré con los botones para ocultar la sangre.

Paciente Cero |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora