XVI

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"Y si me quisiste un lunes, por favor, no me olvides un viernes"

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"Y si me quisiste un lunes, por favor, no me olvides un viernes"

— Manuel Ignacio

Expulsé todo el aire y mi cuerpo se relajó. Pensé que Raven me había encontrado, cuando la realidad era que Maxwell escapó de su habitación otra vez. Su mirada reflejaba diversión, disfrutaba observarme de tal forma que me sintiera incómoda.

Si bien no era razón para estar tranquila, no me metería en problemas por bajar sin permiso a este lugar. Seguramente fue él a quien escuché en la primera planta.

— ¿Cómo escapaste? —Aún no había visto a Ambrose. Era lo mejor.

— ¿Qué te hace pensar que me escape? ¿No crees que me mandaron a matarte?

Admito que por un momento me hizo dudar, pero después me di cuenta que estaba jugando conmigo, o eso quería creer.

— Me necesitas, no vas a matarme —dije convencida. Él se acercó y de un rápido movimiento sacó una aguja y rasguñó mi muñeca arrancándome un quejido de dolor. ¿De dónde la sacó? Un hilo de sangre salió, pero era una herida superficial.

— Ves, ahí es donde estás olvidando un detalle importante. No te necesito, necesito algo de ti que es diferente y cuando no lo haga más... creo que es obvio —dijo señalando mi herida.

Por algún motivo no sentía miedo, no tenía la sensación de estar amenazada, como si mi cerebro se negara a creer que es peligroso.

— Cuando no lo hagas, no estaré aquí —respondí. Era irresponsable y suicida al comportarme así frente a un paciente.

— Tal vez. —Me sonrió. Miró alrededor con aburrimiento—. Esto es aburrido, tu amigo no es muy hablador, así que su majestad, me retiro. Solo quería recordarte que aún sigues viva por mí.

Caminó dirigiéndose a la salida, pero se detuvo un momento para girarse y verme.

— Deberías sentirte importante, Marie Liz, te dije que tú serías quien vendría a mí la segunda vez, y soy yo el que te sigue buscando.

Me tensé.

Después de decir eso y no recibir respuesta más que silencio de mi parte, se retiró. Miré mi muñeca, aunque es una herida superficial puede infectarse. Al cabo de unos segundos Ambrose se acercó al cristal nuevamente.

— Él no lo hizo —dijo susurrando.

— ¿Qué? —No entendía a qué se refería.

— Él no lo hizo —asentí en su dirección. Él no lo hizo.

— Debo irme, hasta pronto Ambrose. —Él sonrió y eso inexplicablemente me trajo paz.


***


Paciente Cero |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora