III

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"Siempre hay flores en el mundo para quien lleva un jardín en el alma"

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"Siempre hay flores en el mundo para quien lleva un jardín en el alma"

— Zab g. Andrade

Recuerdo que cuando tenía ocho años, mi padre cortaba tomates en rodajas para hacer una ensalada, nunca me gustó comer vegetales, así que papá ponía todos los vegetales en una licuadora para hacer un puré y adobada el pollo con eso para engañarme y hacer que lo comiera. Hunter estaba dormido, siempre iba a su habitación luego de la escuela y yo estaba sentada en el balcón viendo los árboles, sus hojas moviéndose por el viento, las nubes atentaban con soltar una tormenta. El teléfono sonó y papá contestó, era la oferta del hospital para que ingresara como ayudante, con el tiempo él aprendería más y ganaría experiencia.

Él dejó la cocina para contestar, me acerqué al lugar y me detuve frente a la tabla de cortar, observé el cuchillo lleno de pulpa de tomate, lo agarré y lo lavé, me senté en la silla del comedor, desde ahí podía ver a mi padre hablando. Nunca había sostenido uno, papá no me permitía agarrar cosas filosas.

Me quedé observando mi mano, entonces sentí curiosidad de cómo se sentiría pasar el filo, no lo pensé y solo deslicé el del cuchillo en mi mano hasta hacer un corte profundo, sentí el ardor en mi piel y la sangre no dejaba de salir, no me gustó. ¿Qué hice?

En ese momento imágenes de Emily en un charco de sangre inundaron mi mente, me dolía, entré en pánico por segunda vez.

Sentí miedo de lo que papá dijera si me veía, así que deje el cuchillo en la tabla de nuevo y subí a la habitación de Hunter, me detuve en la puerta sin saber exactamente qué hacer.

Mi casa era de dos plantas, en la de abajo, cuando abrías la puerta principal podías observar un pasillo largo con las escaleras al fondo, a mi derecha se encontraba la sala, en el salón contiguo a la sala estaba el despacho, del otro lado del pasillo, a mi izquierda, podías observar la cocina y el comedor, al fondo un baño de invitados, en la segunda planta había cuatro habitaciones, las nuestras y una de invitados, esa era la única que no tenía baño y al final una puerta corrediza que se dirigía al segundo balcón en el que podías ver el patio desde ahí.

Cuando decidí entrar en la habitación de Hunter, todo estaba oscuro, me acerqué hasta pararme frente a su cama y lo observé dormir durante unos segundos. Él odiaba cobijarse en su totalidad, así que siempre dejaba un pie afuera.   Y no dormía sin calcetines.

— Hunter —Lo llamé, la primera vez no me escuchó, a la segunda se despertó y me vio, cuando pudo aclarar la vista me dijo:

— ¿Marie qué te pasó? — hizo a un lado las sábanas y encendió la lámpara.

— Me lastimé . Fue un accidente. —Le respondí — ¿Me voy a morir?

Él se levantó rápidamente y me abrazó por unos segundos susurrando que estuviera tranquila, después me llevó hacia la sala, a medida que bajábamos podía ver gotas de sangre en el suelo, cuando llegamos hasta donde papá Hunter no necesito llamarlo, pues él escuchó nuestros pasos y se giró, cuando sus ojos dieron conmigo, el teléfono se deslizó de sus manos.

Paciente Cero |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora