Capítulo 18: Fallida revelación

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Quien diría que volviéndome seria y tajante, preocuparía a los chicos hasta el punto de obedecerme.

«Jo, Jo, Jo, debería hacer esto más seguido ». Pensé para mis adentros.

Daniel sostuvo mi cartera, Rubén me había conseguido un taxi y ambos, estábamos de camino a casa, al mismo edificio, al casi mismo piso. Bajé del taxi después de que Rubén saliera y me dirigí al edificio. Durante el camino no había dicho ni una sola palabra y me mantuve seria mirando hacia el frente.

Estos chicos habían hecho muy mal al pelearse en público, pero si lo hacían a solas definitivamente ellos iban a terminar matándose y luego matándome accidentalmente con un puñetazo libre.

«Rayos». Maldije como siempre mentalmente, nunca imaginé pasar por esto.

Miré sobre mi hombro, como Daniel le pagaba al taxista, esperé en la puerta principal junto a Rubén. Ya ambos a mi lado, entre al edificio y subí las escaleras, hacia donde "no" estaba mi casa. Me posicioné frente a su puerta y esperé con los brazos cruzados. No necesité decir ni una palabra para que entendieran a donde quería ir.

Rubén abrió la puerta para poder entrar al impecable y más grande apartamento que había visto. Yo me esperé ver el apartamento de un soltero, bueno, el de dos solteros según yo con sus pisos de cerámica gris y paredes grises y los millones y millones de tonalidades de gris por todos lados con metal forjado combinado a la perfección.

Pero no.

Todo era completamente distinto, era más cálido a diferencia de la mía que parecía que a duras penas tenía muebles y que ni si quiera combinan entre sí o por lo menos poseer algo de gracia artística. Di un vistazo alrededor disimuladamente.

Todos los muebles eran de madera oscuro, el piso de madera claro y las paredes pintadas de diferentes colores según las secciones. La cocina era de tono beige y el del comedor un color mentolado. La sala un azul suave y el tapizado de los muebles beige.

Eran colores de tono fríos combinados con la madera cálida. Era una combinación rara pero linda. Me dirigí a la sala y me senté en un sillón. Los señalé a cada uno y luego al sillón de enfrente.

Ambos se miraron entre sí como diciendo: "hoy mamá nos matara" o "el director nos expulsará" con las cabezas bajas llenas de moretes, sin excluir las camisas rasgadas y salpicadas por gotas de sangre.

Traté de no ablandarme y así evitar echar a perder mi seriedad. Ambos se sentaron a regañadientes ya que había fruncido el ceño y seguía señalando el sillón frente a mí con una cara de piedra.

Me mantuve derecha y crucé los brazos. Ninguno de los dos me miró. Daniel se rascó la nuca, Rubén se frotó las manos en el pantalón por la ansiedad. Durante un buen tiempo busqué un discurso en mi cabeza dejando un silencio espeluznante.

―¿Y bien? ―Comencé―. ¿Me explicaran que fue lo que pasó en el restaurante? ―Pregunté. Ambos se reacomodaron en sus asientos, incomodos ante la pregunta― ¿Nadie me explicaré?

Esperé un momento.

―Este... ―Rubén comenzó dudoso―, Bueno... ―Se rascó la cabeza―, ¡Este putx me dijo que no se te iba acercar! ―acusó Rubén señalando a Daniel con cara de "él fue, él fue".

―¡¿Qué?! ―Daniel le miró sorprendido con los ojos muy abiertos― ¡Yo no dije eso!

―¡Si lo dijiste! ―Rubén frunció el ceño.

―¡Claro que no! ―Daniel se defendió elevando un poco la voz.

―¡Claro que sí! ―Rubén afirmó.

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