Capítulo 26: No quemes tu casa

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Mi cabello negro y mis ropas viejas estaban completamente empapados. Mis ojos marrones estaban abiertos a más no poder. Muñeca, la perra caniche de pelaje blanco con carácter de rottweiler, tembló y gruñó entre mis brazos. La pobre también estaba mojada, y no solo ella tembló del frio

«Joder...». No pude a llegar a decir las palabras, ya que mis dientes chasqueaban del frio.

—¡Por favor, aléjense un poco más! —gritó un bombero viejo, agitó las manos espantando a los curiosos.

Yo me quedé en mi lugar, no pude moverme. Estaba en completo shock, mirando al edificio de los apartamentos. ¡Le salía humo negro y llamas de más de dos metros!

¡¿Cómo carajos podía una tortilla vieja quemar un edificio completo?!

No lo sé, pero eso no era todo.

El asunto es, que... esa tortilla era mía.

«Buta vida»

Quise llorar, sabía que mi madre me iba a matar. La cuenta de este mes iba a salir muy alta y sabía que un simple castigo no iba a bastar. Ya me imaginé a mi madre quemando a mis libros favoritos, riendo con pura maldad. Hasta ya podía sentir el olor a algo quemándose. Inmediatamente, quise pegarme en la frente por lo estúpida ya que, en realidad, el olor provenía de los apartamentos y no desde mis ilusiones.

«Si serás idiota». Comentó Basura.

«Pobrecita, déjala, debe estar agotada». Esa fue Optimista.

«¿Agotada? ¡No me jodas! ¡Si la muy idiota quemó los apartamentos! ¡No debió intentar calentar esa estúpida tortilla podridas que tenía escondidas por semanas en ese refrigerador de mierda que no tenía más que una galleta vencida! ¡Y esa buta tortilla!». Ok, Basura... estaba de pésimo humor, y Optimista fue muy inteligente al no decirle nada.

Una lágrima recorrió mi mejilla de tez oscura y se unió con las gotas de agua de mi cara, que gracias al descuido de un bombero que apunto mal la manguera, me empapó por completo incluyendo a muñeca. Nos lanzó muy lejos gracias a la presión del agua.

Me sentía fatal, triste y el peor ser humano que podría representar a la raza.

Baje la cabeza, estaba segura de que no iba salir de ese problema y que probablemente me iban a meter a la cárcel, por daño a la propiedad.

Ya me sentí como una chica mala, pero de las más ridículas.

Algo calló sobre mi cabeza, levanté la vista asustada. Una espléndida sonrisa sobre una tez pálida, acompañada de unos ojos de color azul claro que casi eran cubiertos por una espesa cabellera negra, me sorprendieron al instante.

—Ana, te vas a resfriar.

Daniel se posicionó frente a mí y comenzó a secarme el cabello con la toalla que me había colocado sobre la cabeza. Me sentí como una niña que recién salía de la ducha, nada más que en lugar de mi madre, estaba él con esa expresión despreocupada y tierna.

Suspiré.

Daniel sí que sabía hacerme sentir bien y en paz.

—Bueno, oficialmente estamos jodidos. —La voz de Rubén me llamó la atención.

Miré hacia atrás, su cabello castaño claro estaba revuelto como si recién se hubiera despertado, tenía las manos sobre su nuca y miraba el edificio con sus ojos azul oscuro con una mueca de lastima.

—Calla, no la asustes. —Le reprendió Daniel sin mirarle, todavía concentrado en la tarea de secarme. Tomó a muñeca de mis brazos y la colocó en el piso para seguir secándome.

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