Capítulo 14: La buena noticia

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Me costó mucho calmar a muñeca ya que no paraba de gruñir a Rubén. No me había negado en su compañía y ahora... los dos estamos caminando en dirección de quien sabe a dónde.

Aún estaba un poco nerviosa y mantuve mi cabeza agachada. Todavía no me había relajado y eso me incomodó. El silencio nos rodeó, solo muñeca gruñó durante el camino y por arte de magia el sector donde estaba viviendo estaba en completo silencio y tranquilidad.

Traté de buscar la manera de hablar, pero a la vez no quería.

«¡Rayos!». Estaba indecisa.

«Así perdiste a Daniel...». Basura me lo recordó.

Mis ánimos se fueron por los suelos. Lo poco que Rubén me ayudó a recuperar se fue hasta bajo de mis pies y penetro la corteza terrestre, haciendo un enorme agujero del cual estaba más que segura que caería.

No estaba exagerando ya que mi pecho se sentía de esa manera. Como un enorme agujero. De tan solo imaginármelo me estremecí y el estremecimiento en mi corazón hizo que Rubén me mirara rápidamente.

—¿Te encuentras bien? —preguntó. Yo no le miré a la cara y comencé a tantear la cabeza—. Vaya... Parece que no.

Me mantuve callada. Miré la acera y me mantuve viendo el camino que pisábamos poco a poco. Miré las grietas, la hierba que crecía entre ellas. Miré todo para pensar en nada. Era como un intento de inducirme al estado vegetal.

Me fijé en cada detalle que me rodeaba con tal de tener la mente ocupada. Miré los árboles, las casas y edificios, miré las flores, miré todo aquello que mis ojos captaban. Los miré con mucho detenimiento. Sentí el roce de la mano de Rubén. Me sobresalté y lo miré rápidamente.

—Relájate, no te haré nada —dijo en tono de broma, pero luego su semblante se transformó en preocupación.

«De verdad, él, se preocupa por mí...».

—No —dije en un intento de calmarlo—. Solo que... estoy en mi mundo. —Luego bajé la cabeza y continúe viendo el camino.

—¿Y que hay en tu mundo? —preguntó.

—Nada —contesté en un suspiró.

Me sentí pésima por estar en ese estado frente a él, pero no pude evitarlo. Después de un largo silencio, se me ocurrió hablar sobre algo de que reír, y qué mejor si es sobre mí misma empezando por mi pesadilla, solo para romper el silencio y a la vez tratar de quitar algo de mí carga.

—Rubén... —dije algo animada.

—Dime... ―Me ánimo a continuar.

—¿No te ha pasado antes? ¿Qué por culpa de una pesadilla, quieres escapar de algo?

—¿A qué te refieres? —Me reí ante la evidente confusión de Rubén.

—Yo... he tratado de huir porque... hace unas semanas tuve una pesadilla.

Rubén frunció el ceño. —¿En serio? ―Asentí con la cabeza muy apenada―, ¿Y sobre que trataba esa pesadilla? ―Reí.

—Es algo estúpido.

—Dime. —Rubén sonrió aun con el ceño fruncido.

—Soñé que tú y yo éramos los padrinos de la boda de Daniel. —Comencé a reí a carcajadas, pero Rubén estaba en completo silencio.

Pasé mi mano sobre mi cuello bajé mi carcajada a una risita nerviosa. «¿Por qué no se ríe?». Le miré a la cara buscando ver su expresión. Rubén estaba serio y preocupado, aclaró su garganta.

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