Capítulo 13: El escape de la posible madrina

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Miré el techo de mi apartamento, los segundos pasaron como una eternidad. No hubo algo que me distrajera de la realidad. Cerré los ojos para intentar dormir, pero no pude, todo lo que hice fue inútil.

Había logrado convencer a mis padres para mudarme antes de tiempo. Papá no estaba de acuerdo y mamá por primera vez, en lo que hacía memoria, estuvo de acuerdo conmigo.

Al principio pensé que era una buena idea ya que me alejaría de aquello que no quería ni pensar. Pero me pasé los primeros días llorando desconsoladamente. Lloré sin parar hasta que enfermé con una maldita diarrea de tres días...

«Buto helado vencido».

Logré hacer los trámites de la universidad y me mudé más rápido al nuevo apartamento que "no" había elegido previamente. Ya me había mudado de universidad varias veces. Para alejarme del mal clima de la ciudad que solo pasaba cada fin de año. Pero esta vez no fui a la universidad de siempre.

Más bien elegí otra que me quedaba más lejos de la ciudad. Y todo por una buena causa: evitar convertirme en la madrina de la boda de...

«Daniel».

Al pensar en su nombre, el deseo de una lágrima se me escapó. Pero no tenía nada... me había quedado completamente vacía, ya no tenía más lagrimas para derramar. Me culpé martillando mi cabeza con cada pensamiento.

«¿Por qué no le conté sobre mis sentimientos?». «¿Por qué no le dije sobre mi miedo?». «¡¿Por qué?!».

—Soy una estúpida... —Me dije a mi misma. Realmente fui estúpida en no confiar en Daniel.

Pero ahora ya no sirvió meditar sobre eso... tuve que continuar con mi vida.

Abrí los ojos lentamente. Miré el techo y a cada una de las grietas que le adornaban. Luché para que mi mente se mantuviera en blanco y así no auto-lastimarme.

Basura y Optimista no habían aparecido en mi mente desde que me mudé. «Dos semanas ¿no?». Me sentí un poco sola sin ellas, sin sus peleas en mi cabeza. Pero a la vez agradecí ese silencio.

Volví a cerrar los ojos y me mantuve quieta en el piso de mi apartamento, dejando que mi cuerpo se relajara para dormir, ya que un terrible insomnio se había apoderado de mí hace días atrás. Gracias a ese insomnio mis ojeras se habían pronunciado y eso que me había recuperado de los días de llanto.

Sentí un húmeda y caliente lengua pasar por mi cara. —¡Hmm! —Abrí los ojos de golpe—. ¡Muñeca!

Me levanté del piso y me senté para jugar con ella. —¡Una loba del armario, tiene ganas de salir! ¡Auuuhh! —Comencé a cantarle con una voz chillona, ella jugueteó conmigo. Reír a carcajadas. —Ay no muñeca. ¿Qué te hubiera pasado si te habría dejado en casa? —Seguí jugueteando con ella—. ¿Sería el tercer intento del mes en que mamá desea cruzarte?

Dejé de juguetear con ella. La muñeca había desaparecido para otra vez cruzarse y esta vez no tuvo éxito. La miré con ternura.

—Bueno muñeca... estamos destinadas a ser solteronas.

Me levanté del piso y miré mi apartamento. Era pequeño y acogedor. Nada de lujos solo tenía lo necesario. Sala, cocina, dormitorio y baño. Volví a suspirar. «Falta mucho para que el periodo inicie...».

—Bueno muñeca hora de salir. —Me preparé con pereza y busqué la correa de muñeca. —Por mi parte estaba contenta de no salir a la calle pero por muñeca... tenía que hacerlo. Me miré a través del espejo de la salita para ver mi aspecto—. Oh mierda... —Estaba hecha más que un desastre. No me reconocí para nada.

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