Capítulo 10: Mi beso, mi recuerdo

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«Soy una estúpida, soy una estúpida, soy una estúpida».

—Ana ¿Qué haces? —Preguntó Daniel, me había golpeaba la cabeza una y otra vez en el marco de la puerta.

—Ya voy, déjame revisar mi celular. —Saqué mi celular para aparentar.

«Diablos, debo dejar de mentir».

—Vamos, ven acá, quiero que veas esto —Estaba más que indispuestas a ir a ver—. ¡Apresúrate!

—¡Voy! —grité de mala gana y cuando me atreví a salir del umbral, una fuerte ráfaga de viento lo que me congeló.

«Joder, ¡sí soy una estúpida!».

«¿Porque creí que Daniel y yo íbamos... íbamos... ¡hash!». No me atreví a terminar la frase. Fue muy estúpido de mi parte en creer que Daniel me había llevado al hotel para tener "xeso" en lugar de otra cosa. «¡Mierda!».

—Ven miremos el atardecer... —Daniel me sacó de mis pensamientos rogándome que saliera de mi escondite.

Nosotros estábamos en lo más alto del edificio, en la terraza-jardín del hotel. Era un hermoso jardín con una vista inigualable de toda la ciudad la cual nos rodeaba. Y claro ¿Cómo no iba a serlo, si era el edificio más alto de la ciudad?

Pero había un problema... el viento.

Sí, ese era el único detalle, ya que el edificio por ser el más alto significaba que habría constantes ráfagas de viento y de las muy fuertes. «Maldito viendo...». Eso precisamente... me estaba matando. Otra ráfaga de viento me azotó la cara, casi dejó escapar un chillido, pero me tapé la boca a tiempo.

—¿Ana? ¿Estás bien? —Asentí con la cabeza, Daniel se acercaba a mí, pero estaba aterrada, los arboles del jardín-terraza crujían.

«Ay no». Los recuerdos amenazaron por surgir, traté de restarle importancia y caminar hacia Dani. Cada pasó que di, mi cuerpo tembló. Pero dejé de temblar cuando unas manos ásperas y grandes tomaron mis hombros para detenerme.

—¿Qué te ocurre Ana? —Preguntó Daniel.

—Tengo un poco de frio... —Y no estaba mintiendo ya que estaba usando una camisa de tirante y un pantalón vaquero. Estaba temblando del frio pero también del miedo.

—Vamos adentró entonces... —Miré rápidamente la cara de Daniel, podía ver un rastro de decepción en sus hermosas facciones.

—No —Lo detuve aferrándome a su brazo—. Es decir, vamos. —Sonreí ampliamente intentando animarlo.

Él dudoso asintió y caminamos hacia el barandal del edificio. Una ráfaga de viento me golpeó al momento de ver hacia abajo. Ahí es donde descubrí que también les tenía miedo a las alturas y mucho más al viento. Todo mi cuerpo se congeló, sentí que en cualquier momento el aire me tumbaría y me arrastraría, me aferré fuertemente al barandal como si eso fuera lo suficiente para evitar ese momento.

—¿Todo está bien? —preguntó Daniel algo preocupado.

—Si —Me abrasé a mí misma—. Solo, que, está muy alto —dije, pero para mi sorpresa él dejó escapar una risita.

—Lo sé. Pero mira allá —Me señalo—. Mira cómo se oculta el sol.

Con temor miré el atardecer y al verlo me relajé, me pareció especial. No porque el sol se ocultó si no porque... estaba junto a Daniel a pesar de que mi enemigo mortal, el viento, trató de sabotear mi cita. Me alegré mucho porque después de tanto tiempo pude dejar a un lado mi temor. También pude estar al lado de Daniel, al menos por un día.

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