Capítulo 22: Una incursión

106 12 2
                                    

Las incursiones que siempre planeaban en mi anterior universidad, me las perdía debido a mi maldita trauma; que en ese entonces apenas había empezado a recibir ayuda. Era impresionante como había podido superarla rápidamente y estaba segura que no era por mis propias fuerzas.

Nopi.

Ese avance tenía que ver con dos personitas que me han dado la vuelta a mi mundo solitario. Justamente esas dos personitas, estaban... exactamente... a mi lado. Parecía un sándwich. Ellos el pan y yo el relleno, un insignificante y común relleno.

Hablando de comida...

«Tengo hambre». Tomé la mochila con dificultad que estaba entre mis pies. Saqué mi bandeja, para comer el sándwich que había preparado antes de salir de casa.

Era apretado e incómodo estar sentada entre dos chicos apuestos.

Las miradas asesinas de chicas celosas y algunas chismosas me sofocaron. Más de alguno se susurró entre sí, sintiéndome incomoda, fingí ignorancia.

Era sofocante el calor que emanaba estos individuos que últimamente se habían empeñado en estar a mi lado, expulsando por completo a Marco.

«Marco». Miré hacia atrás.

Él estaba hablando con tranquilidad con un chico. Sintió mi mirada y me miró. Me regaló una gran sonrisa y yo le correspondí a medias. Pero atrás de él había otra mirada, una muy filosa que me daba escalofríos con solo mirarle unos segundos.

Helena, esa lince que, por extraña razón, me miró con odio.

Pensé que era por Daniel, pero su mirada se intensificó de odio cada vez que me relacionaba con Marco. Algo que sumaba más a mis sospechas de que Helena estaba ahora detrás de Marco.

«Mierda». Miré hacia delante de tan solo pensar en esa suposición.

Lo bueno de todo, era que Daniel y Rubén al parecer se estaban llevando muy bien. Había posibilidad para recuperar esa bella amistad que por mi culpa... la estaba acabando. Lo que me dejó una duda. «¿Por qué insisten en estar detrás de mí?». Los pocos días que iniciar las clases, me la pasé acompañada de Marco. Nuestras horas vacantes coincidían por lo tanto me alegró muchísimo.

Pero luego de una semana, casi caí de culo al enterarme de que Daniel todavía estaba recibiendo clases. Según yo, ya estaba por graduarse. Todavía tenía pendiente el decir: "sí acepto ser tu novia".

«A lo mejor... mi oportunidad ya pasó...». Entristecí.

―Joder ―susurré sin poder evitar pensar en voz alta.

―¿Decías? ―preguntó Rubén con mucha amabilidad.

―No nada. ―Miré al frente, nerviosa, para evitar su mirada.

―¿Estas segura? ―preguntó Daniel enarcando una ceja.

Reí como una estúpida.

―No. Estoy bien. ―Miré nuevamente al frente para no mirar esa hermosa mirada.

Luego la sensación de mirada fulminante en mi nuca me sacó del estado de boba.

«¿Qué carajos le pasa a todo el mundo?».

―¡Bien, alumnos! ¡Ya llegamos al parque ecológico! ―gritó uno de los catedráticos encargado de la incursión.

Tres autobuses repletos de estudiantes se aparcaron en el estacionamiento de la entrada del lugar. Cuando salí del vehículo, pude ver los enormes árboles rodeaban el aparcamiento, el suelo no estaba pavimentado, una caseta de madera se ubicaba en la entrada del sendero. Cuando el caos de los estudiantes por fin se calmó, los catedráticos dieron la orden de agruparse en parejas. Rubén y Daniel me tomaron por los brazos y me arrastraron hasta la entrada del sendero.

BrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora