Capítulo 4: No le mientas a un tigre

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Chillé con todas mis fuerzas luego de que otra ráfaga de viento nos golpeara.

—Diana ¿Qué te ocurre? —Daniel preguntó, me abrazó con fuerza.

No podía decirle nada, estaba muerta del pánico. Quería que el viento parara de atormentarme, pero era imposible detenerlo.

—Por favor, ayúdame. —Fue lo único que pude susurrar ya que no paraba de temblar.

Mi cara aún estaba enterrada en el pecho de Daniel. «Maldito viento, ¿Por qué tenía que ser justo ahora?».

—¿A qué te refieres Ana? Por favor explícanos. —No podía ver la cara de Rubén pero supe que estaba muy preocupado gracias a su tono de voz.

—Casa. —Susurré.

Daniel comenzó a caminar con dificultad ya que yo estaba enterrada en su costado y no lo soltaba para nada.

—¿Hacia dónde la llevas? —preguntó Rubén algo alterado.

—A su casa. —Daniel contestó secamente.

—¡Pero si no sabes donde vive! —«¡Es verdad!». Daniel no conocía mi casa.

—No importa —contestó sin inmutar.

Daniel continuo caminando yo aún temblaba bajo su brazo, trataba de concentrarme en otra cosa que no fuera el viento, así que me concentré en sentir el calor de Daniel. Tenía los ojos fuertemente cerrados, pero cuando me concentré en su calor, mi cuerpo se relajó.

Era muy cálido al igual que su sonrisa, su aroma era muy masculino pero no desagradable, su cuerpo era fuerte. «wooo...». Daniel sí que tenía un cuerpo musculoso, lo podía sentir muy bien a pesar de la capa de ropa.

Podía sentir sus músculos a través de la camisa. Tenía mi cara enterrada en su costado derecho, mi mano derecha aferraba la camisa a la altura del pecho, mientras que con la otra mano estaba aferrándome en la parte baja de la espalda.

Mi cuerpo estaba muy pegado al suyo. Sus brazos me abrasaban por completo, me sentía muy frágil y delicada. Pero yo por mi parte, estaba tan aferrada que parecía un gato trepado a un árbol. Casi sentía que podía enterrar mis uñas en su piel.

Si alguien me jalara sin previo aviso, podía arrancar su camisa sin mucho esfuerzo.

«jo jo jo, si alguien me jalara...». Que pensamiento lujurioso. «¡Mierda! ¡Ana! ¡Contrólate!». Traté de centrarme según ese otro pensamiento. Tenía razón no era momento de pensamientos lujuriosos y cuando iba a comenzar a respirar su aroma, Daniel se apartó de mí. «¡No, no, no! ¡Por favor!». Protesté en mi interior.

—Entra. —Pidió Daniel. Abrí los ojos rápidamente —Estábamos a lado de un auto. «Woooo...». Era un Mitsubishi Lancér 2008 color rojo. ¿Cómo lo sé? Obvio, precisamente ese es el auto de mis sueños y justamente Daniel lo tenía. Mi quijada habría caído al piso si no fuera por el viento que me estaba aterrando—. Vamos entra. —Abrió la puerta por mí. Asentí y al entrar me cerró la puerta.

El subió rápidamente al coche y en ese momento el viento fue más violento. Me estremecí y cerré los ojos, no quería escuchar el sonido del viento. Daniel encendió el motor y subió el volumen del estéreo.

"Déjà vu" De Gustavo Cerati. Era la canción que reproducía su celular, ya que estaba conectado al auto por medio de un cable USB.

Lo miré sin disimular. Pero sobresalté cuando sentí mis manos sobre las orejas. No me había dado cuenta en que momento me las había tapado. Bajé lentamente las manos disimuladamente y al mismo tiempo bajé la cabeza. Estaba avergonzada por el escándalo que había armado hace unos segundos.

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