Capítulo 1

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Dolía.

Mis huesos parecían quebrarse bajo mi piel para tomar una forma totalmente diferente a la de un humano.

Grité.

Sentí como las cuerdas vocales se desgarraban en mi garganta.

—Richard, reacciona.— las palabras de mi hermano hacen que fije la mirada en él y me olvide de todos mis pensamientos.

—Disculpa, ¿que me decías?— pregunté ladeando la cabeza, él me miró con ganas de matarme por no haber prestado atención a sus palabras.

—Eres el alfa de la manada, lo mínimo que podrías hacer sería prestar atención a tu beta para solucionar los problemas internos y también los externos.— su tono de reproche me hace fruncir ligeramente el ceño—. Al parecer no somos los únicos lobos de la zona, hemos encontrado rastros de más de nuestra especie... No sabemos si es uno o varios, si van solos o en manada.

—Pero podrían ser peligrosos para los humanos.—  entendí a la perfección sus palabras—. Bien, hay que encontrarlos antes de que alguien más lo haga...

—Ese es el problema.— mencionó por lo bajo—. Estamos en plena temporada de caza, los humanos rodean la zona con peligrosas armas de fuego que matarían a cualquiera de nosotros con un tiro limpio.

Dejé escapar un suspiro de mis labios, no quería angustiarme pero tampoco me arriesgaría a perder a algún miembro de la manada de esta forma.

Todo suponía un peligro y yo como alfa les debía protección.

—Esta noche hay luna llena.— informé mirando a mi hermano a los ojos—. Que nadie, bajo ninguna circunstancia, se transforme.

—Entendido, se lo comunicaré a todos.— dijo levantándose de su asiento—. Suerte en las clases, profesor Camacho.

Su burla me hace reír, estábamos a días de terminar el curso y las cosas por la Universidad no hacían más que estar alborotadas. Todos los estudiantes tenían ganas de terminar para tener esos tres merecidos meses de vacaciones, yo no era estudiante pero me incluía en eso de querer descansar.

Últimamente las noches de dormir eran cada vez menos, varios adolescentes habían comenzado a transformarse y necesitaban de cierto apoyo y entreno.

Estaba en nuestro instinto animal acciones como hacer daño y, trágicamente hablando, también matar.

Es por eso que había que estar ahí para ellos, no iba a permitir salvajes dentro de mi manada.

—Buenos días, profesor.— me saludaron un par de alumnas en cuanto entré al aula, todas ellas me sonreían coquetas. No las culpaba, sabía que era un hombre joven y atractivo, pero no me fijaría en jovencitas como ellas ni para pasar el rato.

Todavía no había encontrado a mi alma gemela en la Tierra, a veces incluso dudaba de que la tuviera y eso me hacía sentir dolor.

Los alfas más poderosos tienen consigo a su mate. Las manadas más fuertes tienen a su Luna.

—Estamos a días de terminar el curso así que... ¿Por qué no hacemos un examen sorpresa?— pregunto sonriendo de lado mientras apoyo mi peso en el escritorio.

Las caras cambian por completo, se miran unos a otros pero nadie dice nada en voz alta, tal vez murmullan e incluso se quejan.

—Señorita Ross, ¿usted que opina?— le pregunto a la rubia que sonreía divertida con la actitud de sus compañeros.

—Bueno... Odio los exámenes, en realidad ¿quien no odia los exámenes?— dice encogiéndose de hombros—. Pero mi opinión vale entre cero y nada, usted terminará tomando la decisión que le dé la gana sin importar mi palabra.

—Así que odia los exámenes, ¿eh?— alzo una ceja mientras niego con la cabeza.

Lo único que me preocupaba de esta chica era su cercanía con Joel, miembro de mi manada, temía por su corazón si llegaba a enamorarse de su mejor amigo y él no podría corresponderle porque no es su alma gemela... Y también temía por su cuerpo, Joel se transformaría pronto y esperaba que no fuera en su presencia porque podría costarle la vida.

Finalmente decidí dejarles la hora libre, habían trabajado mucho durante todo el año y nadie valoraba eso, se merecían pasar los últimos días más tranquilos.

El resto de la mañana no tuvo nada de diferente, daba gracias al cielo porque todo esto terminaría en unos días. No quería malinterpretar nada, adoraba mi trabajo y a todos los que formaban parte de él pero me sentía agotado entre esto y los asuntos de la manada.

Respiré con tranquilidad en el momento de la salida, un día menos.

Pero entonces... Sucedió.

Perdí la audición por segundos, mi respiración se detuvo y el aire apenas llegaba a mis pulmones.

Recorrí el lugar con la mirada hasta que mis ojos dieron con lo que estaba buscando.

Mi corazón martilleó con fuerza en mi pecho.

Mis fosas nasales fueron inundadas por un sinfín de olores que mi cuerpo adoraba.

Una loba blanca miraba en todas las direcciones totalmente desorientada, los estudiantes se percataron de su presencia y ella no hizo más que asustarse.

Sentí la necesidad de protegerla de todo y de todos, por eso cuando salió corriendo en dirección al bosque hice lo mismo.

No pertenecía a mi manada por lo que podía ser una de las que Yashua me había hablado por la mañana.

—¡Detente!— grité en su dirección pero no me hizo ni el mínimo caso—. Por favor, tienes que detenerte, hay cazadores por la zona.

No me escuchaba, parecía incluso desconocer que era de su misma especie.

¿Qué diablos estaba pasando...?

Tuve que transformarme en lobo para poder alcanzarla e incluso retarla, mi color era totalmente opuesto al suyo y mi tamaño mucho más grande. Gruñí de forma desafiante y alcé mi cabeza con elegancia, sus ojos no se movieron de los míos en ningún momento.

Solté un gruñido más fuerte que el anterior, ella bajó su cabeza por debajo de la mía demostrando la sumisión que le debía a un alfa.

Volví a mi forma humana y busqué en los bolsillos las pastillas que siempre portaba por si alguno de los lobos se transformaba en horario escolar.

—Toma esto, te tranquilizarás y cuando estés en tu forma humana podremos hablar con calma.— le dije mientras le hacía tomar las pastillas.

Me di el privilegio de acariciar su suave pelaje con mis manos, al parecer esta era una de sus primeras transformaciones y nadie estaba allí para ayudarla... Nadie excepto yo.

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