Capítulo 9

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Mis manos acunaron su rostro mientras la miraba con toda la dulzura del mundo. Si por mi fuera ya la habría raptado para poder pasar más tiempo con ella a solas, pero sabía que como alfa de la manada debía de dar ejemplo.

—¿Quieres bailar?— me preguntó al ver que ya había varias personas con esa acción.

—Por supuesto que si, señorita.— respondí con una sonrisa en los labios, tomé su mano con la mía y la llevé hasta el centro para empezar a bailar al ritmo de la música que estaba sonando.

Su cabeza se apoyó en mi pecho, era consciente de que escucharía los latidos de mi corazón desde esa posición y, honestamente, me parecía algo único.

Le hice dar una vuelta sobre su cuerpo antes de volver a pegar su cuerpo al mío.

Las miradas estaban puestas en nosotros, al menos la de la mayoría de los presentes. Solía destacar entre los demás pero en esta ocasión sentía que era ella la que destacaba, y en lugar de sentirme celoso me sentía orgulloso.

—Richard.— la forma en la que pronuncia mi nombre hace que la mire de forma inmediata—. ¿Por qué presiento que tú lo que quieres es abandonar este lugar de inmediato?

—Porque tal vez sea cierto.— susurro con picardía—. No voy a hacerte una propuesta indecente justo en este momento porque sé que hay personas que podrían oírme.

Y era cierto, los lobos teníamos el sentido de la audición nas desarrollado por lo que tranquilamente podían escuchar la conversación si afinaban el oído.

—Entonces no sé a qué estás esperando.— me dijo devolviéndome la sonrisa.

—A que tú lo dijeras.— admití sin pena.

Esperé a que la canción terminara para retirarnos de allí, ambos queríamos esto así que... ¿Cual era el problema?

Comparto una mirada de complicidad con mi hermano, quien también sonríe de lado al vernos salir y me guiña un ojo para darme el visto bueno. Sabía que se encargaría de la fiesta pues quedaba al mando desde el momento que puse un pie fuera del lugar.

—¿Sabes?— preguntó ladeando su cabeza y centrando su profunda mirada en la mía—. Siempre quise tener un amor como el de los buenos libros.

—Los buenos libros suelen tener un final para nada feliz.— comenté con sinceridad—. ¿No te has leído Romeo y Julieta?

—En ningún momento dije que ese fuera un buen libro.— contestó burlona, pero por el brillo en sus ojos me doy cuenta de que no estaba diciendo la verdad.

—Amante de Shakespeare, ¿eh?

—¿Muy típica?— preguntó soltando una risa y desviando la mirada.

—Claro que no, es parte de tu encanto.— le hice saber mientras entrelazaba mis dedos con los suyos, su mano era relativamente pequeña en comparación con la mía y eso hacía que encajaran a la perfección.

Sus pasos se detienen de repente y su mirada va directamente a dar al cielo, luminoso y transparente, especialmente a la luna llena, blanca y serena.

Solo rezaba para que su instinto animal no saliera a la luz y se transformara.

—Recuerda, Leyre, el dolor es lo que te hace humana.— mencioné tomando su mentón con mis dedos y obligándola a mirarme—. Céntrate y no dejes que todo lo demás pueda contigo.

—Creo que centrarme no funciona, ¿por qué no mejor me desconcentrados?

Parpadeé perplejo, no era el más indicado para hablar de métodos para no transformarse pero... ¿eso desde cuando resultaba útil?

—¿Cómo...?— cuestioné, la bombilla se iluminó en mi cabeza dándome una rápida idea que esperaba que funcionara—. Tengo lo que quieres, solo necesito que nos alejemos un poco.

La llevé conmigo hasta cerca del lago, tirarla en él también podría ser una opción útil pero esa no había sido mi principal idea.

Saqué mi camisa para quedarme desnudo de cintura para arriba, a pesar de la oscuridad vi como sus mejillas se sonrojaban al centrar su mirada en mis perfectos abdominales, también escuché con claridad como su corazón latía desenfrenado en su pecho.

—Bésame, Leyre.— pedí remojando mis labios, ella imitó la acción para después dar dos pasos al frente y unir su boca con la mía. Tomé sus manos y las dejé en mi pecho, poco a poco fueron descendiendo por mi cuerpo repartiendo eléctricas caricias en mi piel hasta que sus dedos se engancharon en mi pantalón—. Si estorba puedes sacarlo.

—Estamos bien así, ¿no crees?— preguntó sobre mi boca.

—No, no lo creo.— admití mientras mis dedos iban a los botones de su chaqueta, no me fue una misión imposible deshacerme de la prenda para dejarla en las mismas condiciones que yo—. Ahora estamos mejor.

La yema de mis dedos acarician su piel con cuidado, repasando cada centímetro de ella, paso saliva por mi garganta cuando tomo uno de sus rosados pezones entre mis dedos. Hago círculos a su alrededor con suma lentitud sin despegar la mirada de mi acción.

—Richard, por favor.— susurró pegando su frente a la mía, haciendo que ambos nos mirásemos a los ojos—. Haz de esta noche de luna llena una noche perfecta, hazme el amor.

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