Capítulo 12

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Termino de arreglarme y me miro al espejo, mi hermano resopla en la puerta en desacuerdo y se queja por lo bajo una y otra vez.

—Yashua, ya basta.— dije fijando mi mirada en él—. Sé que no estás de acuerdo con esto pero al menos disimula.

—¡Eres un puto suicida!— se quejó—. Los padres de tu mujer son cazadores y en cuanto descubran que eres un lobo van a matarte.

—No será hoy el día que me maten, estoy más preocupado por Leyre que por mí mismo.— le hago saber caminando hacia él—. Deséame suerte.

—No necesitas suerte, necesitas un milagro.— murmuró poniendo los ojos en blanco.

—Confía en mi, todo saldrá bien. — murmuro por lo bajo, al menos eso esperaba.

Nunca me había tenido que enfrentar a una situación de este estilo, si es cierto que conocía a muchos padres de los alumnos de la Universidad pero... ¡No eran los padres de mi novia! Ni tampoco eran cazadores que lo único que buscaban era matar a los de mi especie.

Parecía muy seguro de mí mismo por fuera pero por dentro estaba nervioso, descontrolado en todos los sentidos... Y eso para un lobo no era bueno.

Tardo al menos treinta y cinco minutos en llegar a su casa, golpeo la puerta con mis nudillos y esperó pacientemente a que alguien me abra.

—¡Richuky!— exclamó mi loba al verme, sus brazos rodearon mi cuello para entrelazarlos en mi nuca, mis brazos bajaron hasta su cintura para devolverle el abrazo—. Por un momento pensé que no vendrías.

—Yo jamás te fallaría.— le digo lo que ya sabe, escondo mi rostro en el hueco de su cuello e inhalo su dulce aroma que tanto me enloquece.

Estoy dispuesto a abrir mi boca para hacer contacto con la sensible piel de su cuello pero alguien más entra en escena y me interrumpe la acción.

—Tú debes de ser Richard, ¿no es así?— cuestionó una mujer que parecía bastante joven para ser ya madre de una joven de veintitantos.

—Si, soy yo.— respondí con una débil sonrisa en los labios, Leyre se separó unos centímetros de mi cuerpo pero no demasiado.

—Mamá, él es mi novio.— me presenta con una sonrisa de oreja a oreja.

Ella se acerca a mi para poder abrazarme y darme la bienvenida a la familia, aunque me cueste admitirlo y me joda en el alma, sentía que ella no estaba siendo totalmente sincera.

¿Bienvenido en la familia?

Mi olfato de lobo olía inseguridad, autodefensa como si acaso tuvieran que sentirse atacados por mi o algo por el estilo, pero sobre todo olía desconfianza.

Y yo no iba a permitir eso, el único desconfiado aquí debería de ser yo.

—Buenas noches.— saludó alguien más, quien suponía que era el padre—. Espero que te sientas como en casa.

Lo dudo mucho.

Pero aún así sonrío con cortesía, la mano de Leyre toma la mía entrelazando nuestros dedos y el gesto no pasa desapercibido para ninguno de los dos. Caminamos hasta el comedor y nos sentamos juntos mientras escuchamos a su madre hablar de algún tema.

—Cuéntanos, Richard, ¿a que te dedicas?

—Soy profesor en la Universidad.— me limito a responder, obviamente no iba a agregar que también lideraba una manada de lobos.

—Oh, eso debe de ser increíble, yo conocí a mi marido cuando iba en la Universidad.— dijo sonriente antes de empezar a contar la historia de amor desde sus inicios.

Principalmente se pasó la cena de forma agradable, el drama vino después, cuando Leyre me pidió que me quedara a dormir con ella y su padre me lanzó una mirada advirtiéndome que más me valía no aceptar la propuesta.

—Por supuesto que si.— susurré depositando un beso en sus nudillos—. No podría negarte nada, mi vida.

—Te amo.— susurró casi de forma audible, sonríe enternecido ante su forma de decirlo y sin importarme que sus padres nos vieran decidí unir mis labios a los suyos.

Su madre soltó un suspiro embobado mientras recogía la mesa y le obligaba a su marido a retirarse con ella. Si afinaba el oído podía escuchar la charla que estaban teniendo en la cocina acerca de nosotros, él no estaba de acuerdo con que yo me quedara.

—¿Esto es una buena idea? No quiero que tengas problemas con tu padre después...

Leyre hizo una mueca antes de negar con la cabeza.

—Mi padre es así, no tienes que darle demasiada importancia... Si se pone así solo porque dormimos juntos no me quiero ni imaginar cuando le diga que quiero irme a vivir contigo.— dice haciendo un puchero, era más que obvio que no la dejarían venir a vivir conmigo pero por intentarlo no perdía nada.

—No quiero estropear las cosas entre nosotros, nena.— dije acariciando sus mejillas—. Haz lo que tengas que hacer, ya sabes que voy a estar a tu lado en cada paso que des.

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