Capítulo 8

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La noche del sábado habíamos decidido hacer una fiesta para integrar a Leyre en la manada, Yashua había estado de acuerdo desde el primer momento y junto a Mariano Di Vaio fueron los encargados de preparar todo.

—¿Qué tan importante es la presentación que me darás para integrarme a la manada?— preguntó mientras terminaba de arreglarse el cabello.

Vestía un traje de color negro que se ajustaba perfectamente a su figura, no llevaba una camisa ni tampoco un sostén por lo que si se desabrochaba el saco no dejaría nada a la imaginación.

Se veía elegante, hermosa y espléndida.

—Es más importante que el matrimonio para vosotros los humanos.

—Es raro que me trates como una humana.— hizo un puchero mirándome—. Soy como tú... De tu misma especie.

—Lo sé, amor, pero has sido criada por humanos y es normal que tus costumbres sean como las de ellos.— dije tomando sus manos con las mías, aproveché para llevarlas a mis labios y dejar un beso en cada una de ellas—. Soy consciente de que eres una loba.

Sus labios se estiraron en una sonrisa y sus ojos se achinaron al mismo tiempo.

El corazón se me encogió dentro del pecho ante la adorable imagen que tenía frente a mi.

—Tengo miedo de lo que pueda pasar esta noche.— confesó en voz baja.

—Hey, nada saldrá mal porque estamos juntos.— dije antes de dejar un beso en su frente, había oído a mi hermano entrar en casa así que debería de bajar con él para asegurarme de que todo estaba en orden—. ¿Ya estás lista?

—Me falta el maquillaje, no me tardaré demasiado.

—Te espero abajo, tómate el tiempo que necesites.— dejé un corto beso en sus labios antes de retirarme de la habitación para dejarla terminar.

Bajé las escaleras sin prisas, al llegar abajo me centré en mi hermano apoyado en la pared que estaba al lado de la puerta, su posición era informal y por la forma en la que estaba era más que obvio que había escuchado la conversación con Leyre.

Alzó la mirada para mirarme y lo que vi en ella no me gustaba para nada.

Un lobo no podía permitirse el miedo, el temor, la desconfianza e inseguridad... No.

—¿Qué pasa?

—Hermano, no sé si es una buena idea.— dijo metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.

—¿Por qué no?— pregunté alzando una ceja.

—Porque la luna llena no ayudaría en nada a tu loba.— indicó con la cabeza que mirara por la ventana el exterior.

Efectivamente, la luna brillaba en lo más alto del cielo iluminando todo a su alrededor.

Sonreí de lado ante la belleza que esta transmitía incluso desde allí arriba.

No por nada le aullábamos...

—No te preocupes por ella, no se transformará.— afirmé volviendo la mirada a mi hermano—. ¿Está todo en orden?

Asintió con la cabeza antes de que sus ojos se desviaran a las escaleras, podía oler a mi mate desde aquí así que sabía que estaba a punto de bajar estas para reunirse con nosotros.

Me giré para verla y me acerqué unos pasos para contemplarla mejor, sus tacones resonaron en cada escalón que bajaba, sin duda nada podría salir mal esa noche.

—Decir que estás hermosa sería quedarse corto.— dije ofreciéndole mi brazo, ella lo tomó mientras me sonreía.

—Lo mismo digo, cuñada.— Yashua le guiñó un ojo de forma juguetona para abrirnos la puerta segundos después e indicarnos que nos adelantáramos.

Así lo hicimos, hasta me di el lujo de poder presentarle a algunas personas que consideraba importantes en la manada, ella se mostró totalmente abierta a lo desconocido y siempre con esa amabilidad que tanto la caracterizaba.

Tomé dos copas en mis manos y le brindé una, probablemente contuvieran champán y lo bueno es que a los lobos el alcohol nos afectaba muchísimo menos que a los humanos. Si, podíamos emborracharnos, pero eso estaría cerca del coma etílico.

—Esos de allí son los Pimentel.— señalé con la mirada al grupo de hermanos que se acercaban a la multitud.

—¿Y quien es él?— preguntó con la mirada fija en el individuo que estaba cerca del escenario.

Chasqueé mi lengua ante su curiosidad, mi mirada conectó con la suya por varios segundos pero su inteligencia lo llevó a apartarla.

—Es Mariano Di Vaio.— respondí llevando la copa a mis labios y humedeciéndolos con el líquido.

—Sus ojos... Creo que los vi.— murmuró frunciendo ligeramente el ceño—. Probablemente estés pensando que estoy loca.

Por supuesto que no lo hacía, era normal que una loba convertida recordara al lobo que la mordió, lo único que lo podría caracterizar de ambas formas era su mirada así que sonaba muy lógico.

—Todos estamos un poco locos.

—¿Incluso tú?

—Preciosa, yo estoy loco por ti.— respondí lo obvio, tomé su mano guiándola hasta el escenario y subiéndola allí conmigo—. Manada de White Wolf, esta noche vuestro alfa tiene algo que anunciaros.

Reinó el silencio, todas las miradas estaban puestas en nosotros y sentía la incomodidad de Leyre a mi lado. Su mano sudaba bajo la mía, su respiración había dejado de ser la misma y si afinaba mi oído podría escuchar con claridad su corazón martillear en su pecho con fuerza.

—Ella es Leyre Moon, mi mate... Y por lo tanto la Luna de nuestra manada.— todos estallaron en aplausos al escuchar mis palabras, giré mi rostro para observar directamente a la persona a la que todo iba dirigido—. No soy el único que te ama, todos ellos te están entregando su corazón en estos momentos.

Sus ojitos se cristalizan, en un gesto que no me esperaba toma mi rostro con sus manos y junta sus labios con los míos, de esta forma se arma muchísimo más alboroto.

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