Capítulo IV

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Nos acercamos hasta la maldita mesa donde ella se encontraba, era una de las mas apartadas, y enseguida comencé a pensar.

Pero no le hice caso a mi mente, la cual ya estaba pensando que era todo parte de un plan macabro. En el que ella nos hacia sufrir hasta matarnos, y nadie se enteraría debido al lugar alejado que ella eligió.

No. Estaba exagerando. "Seguramente, cuando ella llegó ya estaría todo acupado"

Y sí, eso era lo que había sucedido. Bueno, al menos fue lo que ella dijo.

— Rose, verdad? Un gusto conocerte, mi nombre es Ronnie.

— Sí, lo sé. Te presentaste en química —dije con desprecio.

— Vamos a buscar la comida chicas —Lola intervino rompiendo el incómodo ambiente.

Estábamos yendo cuando Ronnie paró.

— Pidan ustedes y luego pediré yo, así no nos quitarán la mesa —sugirió.

— Está bien, Ron —Lola la seguía llamando Ron y mi mal humor aumentaba.

Cuando tomamos la bandeja con el plato para ponerlo en frente de la cocinera, Lola me llama la atención.

— Hey Rose, por favor, deja de ser tan dura con ella. Qué no ves lo amable que es?

La miré y asentí, con fuego en los ojos. Demasiada furia dentro de mí.

Estabamos comiendo cuando Lola levantó su mirada para ver a Ronnie caminar hacia nosotros con su bandeja. La sentía llegar, pero no levanté la mirada de mis asquerosos tallarines.

Era comer o morir de hambre, así que no me quedaba otra que comerlos. Con desprecio, pero comerlos.

Estaba llevándome el último bocado a la boca cuando...

— ¡¡¿QUÉ DEMONIOS?!!

— Rose, perd..

— CALLATE, NO QUIERO ESCUCHAR TU MALDITO PERDÓN

— No lo quise hacer, de verdad, tropecé y no lo pude evitar

— Rose, perdónala. Yo la ví tropezar, no fue a propósito —intervino Lola.

— COMO SI NO ME BASTARA CON TENER QUE COMER ESTOS ASQUEROSOS TALLARINES, TENÍAS QUE TIRARMELOS SOBRE MI CABEZA! MALDITA DESGR...

— ¿Qué esta pasando aquí señoritas?

— Señor director, tropecé y accidentalmente derrame mi plato de tallarines sobre Rosie —dijo con la expresión mas falsa del mundo en su cara.

— No te atrevas a llamarme Rosie —le advertí señalandola.

— Rose, por favor acompañame a mi oficina —me dijo Mr. Pinkman con cara seria, y dejó la cafetería.

— Genial —musité.

I need you, MattDonde viven las historias. Descúbrelo ahora