Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Era el comienzo del verano y la Mansión Sinclair ubicada en las afueras de Londres se encontraba en un pacífico silencio.
La brisa azotaba suavemente las ventanas de la habitación de Aurora. En unos meses más, la más joven de los Sinclair entraría a su último año en Hogwarts.
Toc toc.
—Abierto —dijo la joven con un tono aburrido en su voz.
Cuando la puerta de su habitación se abrió, levantó la mirada del libro muggle que tanto disfrutaba leer. Orgullo y prejuicio.
—Tu padre dice que te vistas para la cena, hay visitas hoy.
Una bella mujer de cabello rojo cobrizo se asomó. Aurora dio un suspiro y asintió, cerrando su preciado libro y dejándolo encima de su cama.
—Dígale a su majestad que enseguida bajo —respondió, con un claro tono sarcástico.
Escuchó la suave risa de la mujer resonar ante sus palabras.
Después de esa pequeña interacción, la castaña se dedicó a buscar algo "adecuado" para usar en la cena.
Conociendo a su padre, vendría el mismo grupo de vejestorios que iba siempre, terminando en una charla con mucho whisky de fuego de por medio.
Al pasar un largo rato perdida en sus pensamientos, finalmente decidió salir de su habitación, sólo para encontrarse con una gran figura fuera de su puerta.
—Oh, Rora, papá justo me mandó a buscarte, las visitas están a punto de llegar.
El hermano mayor de Aurora se encontraba parado, luciendo una vestimenta formal.
—¿Se puede saber cuál es la visita tan especial? —rodó los ojos, arrugando la nariz por el fuerte olor a colonia que emanaba de él.
—Meh, sólo unos compañeros de Hogwarts, ya sabes, una pequeña reunión —respondió, sonando desinteresado—, vienen Blaise, Pansy, Theo, y bueno...
Sawyer fue interrumpido por la voz del señor Sinclair, que resonó desde la puerta de entrada de nuestro hogar.
—¡Justo el hombre que quería ver! Supe lo del trabajo que conseguiste muchacho, debo decir que es un gran orgullo, ¡Vamos, pasa, pasa!
Ambos hermanos caminaron hasta la entrada para ver al recién llegado. Un rubio platinado, de ojos grises y tez pálida lucía una gran sonrisa en la puerta de entrada, llamando por completo la atención de ella.
