Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Draco se encontraba de pie junto a la entrada de la sala común de Ravenclaw.
Le dijo a Aurora que la esperaría a las 3 en punto para que fueran a Hogsmeade y aparecieran en Londres.
Era la opción más rápida.
Ya eran las tres diez, y aún no había rastro de Aurora.
Draco se cruzó de brazos y bufó, con su maleta en el piso, un abrigo encima y una bufanda rodeando su cuello.
Miró su reloj una vez más, antes de escuchar unos pasos apresurados desde la escalera.
—¡Llegué! Perdón, amor. Perdón, perdón, perdón —se lamentó ella, dejando su equipaje a un lado.
Draco sonrió al escucharla decirle amor. Era primera vez que un nombre cariñoso hacia él se escapada de sus labios, y claro que él no se quejaba.
Se acercó a ella lentamente, no sin antes mirar a ambos lados del pasillo, para dejar un corto beso en sus labios.
—Ahora necesito que vayas hasta las Tres Escobas, y me esperes en la parte trasera del lugar, ¿sí? —ella asintió de inmediato— Y déjame tu equipaje, llegaré cinco minutos después de ti.
Aurora asintió, y sin más que decir, se fue camino a Hogsmeade.
Draco, por otro lado, decidió pasar a despedirse de Gina — sintió que había sido muy grosero el día anterior, y quería desesearle una buena Navidad.
La castaña ya había llegado hacia los carruajes, los cuales para su suerte estaban vacíos, y de subió a uno de ellos.
En unos cinco minutos, ya estaba entrando al pueblito.
Era algo raro verlo tan vacío, normalmente estaba lleno de estudiantes felices y disfrutando del fin de semana.
Ahora, apenas si se veían un par de personas mayores caminando distraídamente por las tiendas.
Aurora llegó a Las Tres Escobas, justo dónde Draco le había dicho que esperara.
Y sí, el platinado llegó casi de inmediato, con ambos equipajes en sus manos.
—¿Lista?
[...]
—¿Dónde estamos? —Aurora preguntó confundida— El autobús para ir a casa queda allá, por si no sabías.
Draco la miró con una sonrisa, antes de agarrar su mano. Ella miró sus manos entrelazadas, y luego a él.
Al fin podían caminar de la mano sin esconderse. Y se sentía jodidamente bien.
—Bueno, no nos esperan hasta mañana en tu casa. Pensé que... —se acercó a ella, depositando un pequeño beso en su nariz— Podíamos pasar la noche en un hotel que conozco, claro, si no te molesta. Porque si quieres podemos irnos ya...
