Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Una semana había pasado, y Aurora no había visto a Draco en ninguna parte. No en los pasillos, no en el Gran Comedor — menos en clase.
Su mente comenzó a crear varios escenarios y claro, ninguno era positivo.
Pensó varias veces en acercarse a la profesora Pessel para preguntar si sabía algo, pero tenía miedo de que sonara muy raro el hecho de preguntar por el paradero de su supuesto profesor.
No podía mandarle cartas a su padre, o hermanos, eso estaba claro.
En conclusión, se encontraba completamente perdida.
¿Qué le había pasado?
El ambiente de Hogwarts estaba notablemente más tenso desde que aquella noticia había salido.
Se sentía raro — casi nadie hablaba mucho.
Las clases eran silenciosas, ya no habían estudiantes gritando por los pasillos cuando las clases terminaban. Era depresivo, honestamente.
Aurora estaba sumida en sus pensamientos mientras tenía su mirada puesta en un libro que ni siquiera estaba leyendo.
La biblioteca estaba vacía, como era usual a esa hora, y por eso se exaltó al sentir una mano posarse en su hombro. Giró la mirada, y vio a Nicholas el cuál le sonreía incómodamente, sin saber qué decir.
Pues con razón, no hablaban hace semanas.
—Hola —dijo él.
Aurora lo miró confundida, y antes de que pudiera responder, él apuntó a la silla a su lado.
—¿Te molesta? —Sonaba inseguro.
Ella lo pensó un segundo; realmente necesitaba compañía en ese momento. Sonja estaba con Laura haciendo quién sabe qué, y Aurora no quería molestarla.
Sabía que ella igual necesitaba despejar su mente con todo lo que estaba sucediendo, incluso si no era con ella.
—No, siéntate —dijo finalmente.
Él se sentó, y se acercó un poco a la castaña. Ambos se quedaron unos momentos sin saber qué decir, hasta que él rompió el silencio.
—Perdón —dijo sin más—. Fui un idiota, y estaba enojado. Me sentí muy abrumado en el momento, y para cuando me di cuenta, ya nos habíamos alejado demasiado —lo escuchó tragar con fuerza, con la mirada baja.
Ella sonrió suavemente, y llevó su mano a su brazo, dándole un pequeño apretón. Él levantó la mirada al sentir esto, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—Lo entiendo. De verdad. Yo tampoco te busqué, y supongo que estaba tan metida en mis propios problemas que...
Sacudió la cabeza, y de repente las lágrimas quemaban detrás de sus ojos.
