Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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—Dolohov —Draco habló seriamente, sin querer mostrar miedo alguno.
Si Aurora estaba aterrada, lo mínimo que podía hacer era mantenerse firme por ella.
El mortífago se quitó su máscara, con una sonrisa escalofriante en su rostro. Su barba estaba larga — su cabello largo, y en su rostro traía varias cicatrices que lo deformaban casi por completo.
—Me impresiona que me recuerdes, hijo.
Se acercó a él, causando que el platinado diera un paso hacia atrás. Aurora se estremeció, apretando su agarre en la cintura de él.
—No es fácil olvidar la voz de un hijo de puta asesino como tú —respondió con rabia, casi escupiendo sus palabras.
—¿Se te olvida lo que ambos compartimos, Draco? —rió con maldad, agarrando su antebrazo con fuerza, y separándolo de Aurora de golpe.
Ella se quedó petrificada, con lágrimas amenazando salir de sus ojos y un nudo en su garganta.
Observó con dolor cuando el hombre agarró su varita, y levantó la manga del abrigo de Draco, enterrando con fuerza la punta contra su marca.
El platinado soltó un grito casi desgarrador, e intentó zafarse del agarre de Dolohov — ante lo cuál fracasó.
—Somos lo mismo, Malfoy. Esa marca en tu brazo lo dice todo —susurró en un tono oscuro.
Ahora Aurora estaba segura de que jamás había sentido tanto miedo en su vida.
El hombre de capucha empujó al platinado hacia un lado, dejándolo caer en los brazos del otro mortífago — que hasta el momento mantenía su máscara puesta. Aumentó su agarre en él, apuntando su varita directo a su cuello.
Dolohov llevó su mirada hacia Aurora, la cual estaba completamente atemorizada, agarrándose con fuerza del mostrador de la cocina.
—¿Y qué tenemos aquí?
Se acercó a ella, apartando un mechón de cabello de su rostro con su varita, y llevándolo hacia su nariz para olerlo.
—No te atrevas a tocarla. No tiene nada que ver en este jodido asunto —soltó un quejido cuando la varita apuntada a su cuello se enterró con más fuerza.
Aurora ni siquiera podía llevar su mirada a él, pues los ojos siniestros del mortífago frente a ella la tenían completamente petrificada.
—¿Oh? —su mirada fue entre ambos, repetidas veces— ¿Te gustan las jovencitas, Draco? —soltó una risa amarga.
Draco quiso hablar nuevamente, pero temía que si decía algo más, las consecuencias recaerían de inmediato en la castaña.
Le partió el corazón verla así; temblando, y con los ojos medios llorosos.
