Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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Draco estaba jodido — completamente jodido.
Una lechuza le había llegado esa misma mañana, comunicándole algo que hizo que todo el mundo se le viniera encima.
Su madre, Narcissa Malfoy, esta internada de urgencia en San Mungo tras ser atacada por alguien desconocido. Una maldición — magia oscura, directamente a su pecho.
Y con eso, Draco estaba cada vez más seguro que dejar a Aurora era lo mejor.
Desde que los Mortífagos habían escapado de Azkabán, la marca de Draco comenzó nuevamente a retomar color.
Tuvo que ir de urgencia al Ministerio de Magia, porque estaba aterrado. Aterrado por él y por el mundo mágico.
Entonces ahí fue cuando Harry Potter, el Auror, le dijo que se mantuviera en contacto si es que el dolor aumentaba.
Él no quería otra guerra.
Apenas estaba superando las consecuencias que dejó para él la Batalla de Hogwarts — eso no podía estar pasando nuevamente.
No cuando apenas comenzaba a ser feliz y encontraba un propósito en su vida.
Apenas había empezado a ser feliz con Aurora, y su pasado se lo había arrebatado.
Como odiaba esa maldita marca. Y como odiaba a su padre por haberlos metido a él y a su madre en eso.
Aún muerto, seguía haciéndole la vida imposible.
Draco se encontraba en el Departamento de Daños provocados por hechizos, esperando a la sanadora que estaba tratando a su madre.
—¿Familia de Narcissa Black?
La voz de una mujer de mediana edad resonó por el pasillo. Draco de inmediato levantó la cabeza, y se acercó.
—Sí, soy su hijo.
La mujer asintió, leyendo unos papeles que tenía en su mano.
—Bueno, como sabe... la maldición que recibió su madre fue una muy fuerte.
El pecho de Draco se apretó, esperando realmente lo peor.
—Pero aún así tenemos de los mejores sanadores aquí... es una mujer fuerte.
Un peso de los hombros de Draco se fue. Su madre estaba bien. Su madre estaba viva.
—¿Puedo verla? —preguntó, jugando son los anillos en sus dedos nerviosamente.
La sanadora asintió, y le hizo un gesto para que lo siguiera.
Ambos caminaron por los pasillos del hospital, pasando por puertas, y más puertas. Draco respiró profundamente cuando la mujer se detuvo en medio del pasillo, y le indicó la puerta a izquierda.
