Era el verano antes de comenzar la escuela, y Aurora estaba preparándose para entrar a su último año en Hogwarts.
Los planes de tranquilidad y soledad cambian cuando su padre decide que el joven Malfoy se quedará mayor parte del verano en la Man...
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—Entonces, Draco, ¿es verdad lo que se dice? ¿La pequeña Greengrass? —Sawyer Sinclair, el hermano mayor de Aurora, preguntó en un tono de burla y alzando las cejas.
Aurora se encontraba junto a su padre, hermano y el chico rubio sentados alrededor de una mesa de centro en frente de la chimenea.
Draco al llegar había saludado con mucho entusiasmo a su querido amigo de la escuela, al igual que el señor Sinclair.
Con Aurora fue diferente, pues sólo había tenido oportunidad de verla un par de veces en toda su vida.
La pequeña Aurora solía pasar encerrada en su habitación cada vez que los amigos de su hermano mayor visitaban la mansión. Entonces, al llegar, sólo le dio una pequeña sonrisa, la cuál la joven correspondió de inmediato.
—Bueno, algo así, pero con todo esto de mi nuevo trabajo dudo que funcionen las cosas —explicó el rubio mientras tomaba un sorbo del whisky que tenía en su mano.
Su cabello estaba bien arreglado, casi inmóvil cuando se acomodaba en su asiento. Sus ojos grises lucían tranquilos, relajados. Sus manos anilladas, grandes y lindas — según Aurora —, sujetaban el vaso de whisky de fuego que el señor Sinclair le había ofrecido.
El heredero de los Malfoy vestía una camisa negra, con los primeros dos botones desabrochados, dejando ver un poco de su pecho.
Su espalda estaba apoyada en el respaldo del sillón, uno de sus codos descansando en el brazo de este, mientras que el otro se encontraba de tal manera que su mano rozaba de vez en cuando su barbilla y sus labios, quitando restos del líquido que bebía.
Sus piernas se encontraban semiabiertas, sus pantalones abrazaban sus largas piernas, terminando en unos formales zapatos negros.
Los pensamientos de Aurora respecto al chico de ojos grises en frente de ella se vieron interrumpidos por el sonido del timbre de la entrada de su casa.
—Aurora, cariño, por favor ve a buscar a Susan y dile que ya llegó el resto de gente —su padre pidió amablemente, a lo que la joven se levantó de su asiento de inmediato, obedeciendo sus órdenes.
Cuando ya iba en medio del camino, chocó con algo.
Ouch.
—Oh, discúlpame —una mano se posó rápidamente sobre su cintura, evitando que la castaña tropezara.
Un agradable olor a colonia invadió sus fosas nasales, y al levantar su rostro, se encontró con unos ojos grises mirándola.
—Mi culpa, no te preocupes —le aseguró, para luego caminar rápidamente a buscar la señora Sinclair.
Aurora se sintió tonta al darse cuenta cómo sus mejillas se ponían algo calientes — lo que ella asumió como un sonrojo.
