XXVII

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Lucas.

Mirando hacia atrás, solo llegué a la conclusión de que no recordaba muchas cosas de mi juventud gracias al accidente hace ocho años, y que por mucho que intenté pasar la página, ese fue el peor error que había cometido. Al final, los últimos años de mi vida habían estado rodeados de varias capas de mentiras que solo se fueron fortaleciendo y resquebrajado al mismo tiempo en los últimos meses.

Las personas se equivocaban al decir que era mejor una mentira para proteger a una verdad que doliera, porque conforme pasa el tiempo, el dolor que se generará será más intenso, ya no se tratará solo de la mentira, sino de la deslealtad, la traición y la desconfianza que conllevaba a ello.

No sabía que sentir, fue entonces cuando decidí no sentir nada en lo absoluto. Permanecí en silencio frente al hombre con la bata que acababa de soltarme la verdad que ni mi propia sangre tuvo el valor de decir. Debería estar enojado con el mundo, con la vida, y lo estaba, pero más que eso, me sentía decepcionado, porque las personas que más amaba en el mundo decidieron callar y verme la cara incluso aunque fuese para "protegerme".

Mi propia madre resultó ser la que al final clavó el puñal con más fuerza. ¿Cómo me miraba a la cara luego de lo que hizo? ¿Cómo se atrevía a llamarme "hijo" cuando se deshizo de mi bebé?

— Entiendo que has de sentirte...

— ¿Enojado? ¿Timado? ¿Defraudado de las personas que amo? —lo interrumpí, tomando una respiración para luego tomar asiento en la silla frente a él. ¿Cómo se superaba esto? —¿Cuál es el paso a seguir? —su ceño se frunció antes de volver su atención a mí. Mi rostro no se contrajo con dolor o algo similar, debía ser fuerte aquí. Valiente para enfrentarme a cada una de las personas que me decían que me amaban y solo se burlaban de mí.

— Lucas es algo que pasó hace ocho años, Bill está muerto. —comenzó, con calma, escaneando cada uno de mis movimientos.

— Pero Barbara no. —no pensaba volver a considerarla mi madre jamás en mi puta vida. Ella no lo merecía, no merecía una pizca siquiera de compasión, no cuando no la tuvo conmigo, con Paula o con mi hijo.

Paula.

Ella me había estado mintiendo todo este tiempo. ¿Podía culparla siquiera? Ella no me buscó, yo fui quien se cruzó en su camino una y otra vez, yo fui el que se adentró en su vida y en la de su hija atrayéndola a este remolino de problemas que envolvía frecuentemente a mi familia.

No tenía que ser adivino para saber que si se entregó a mí hace más de ocho años fue porque me quiso, porque tuvimos algo. Debió ser algo fuerte si se la presenté a Bianca, si mi hermana incluso luego de tantos años prefirió callar y protegerla incluso cuando nos reencontramos.

Paula no había sido mía solo ahora, lo fue hace mucho y la oportunidad de tenerla entre mis brazos todos estos años me fue arrebatada por...Parpadeé, esperando una respuesta del hombre, pero su rostro solo reflejaba incredulidad por las palabras saliendo de mi boca.

— Lucas, es tu madre. —mencionó como si no me creyera.

— Ese niño era mi hijo. —me esquivé en la verdad. —Si ella no tuvo consideración alguna, ¿por qué yo habría de tenerla con ella? —me puse de pie, estabilizándome al aferrarme en el escritorio. —Es tu deber dar aviso a las autoridades, si no lo haces de todas formas lo haré yo y al final tú estarás envuelto en esto por no hacer lo que te correspondía.

— Estás dejándote llevar por el enojo, Lucas.

— No. —sacudí la cabeza. Nunca había estado más seguro de algo en lo que a esa mujer se refería. —Solo dame hasta esta noche, iré a hablar con ella y te avisaré. Quiero que la policía llegue estando yo con ella. —no sabía como me sentiría, pero ya no importaba. Me daba igual que se pudriera en una maldita celda y sobre mi cadáver papá o alguno de mis hermanos iban a dar un centavo para su defensa.

SUDDEN DEATH (Kings Of The Game #6) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora