XXVIII

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Lucas.

Me detuve en la entrada de la casa Stark que nunca se sintió realmente como un hogar. Mis manos en el volante, apretándose con fuerza eran el indicio que el mundo necesitaba para saber que estaba devastado, furioso y que tenía miedo de entrar allí. La furia que sentí cuando golpeé a Leonard no era nada en comparación con la que sentía justo ahora. Pero no era ningún desconocido para quien iba dirigida, era para la mujer que debió protegerme y lo que hizo fue ser mi atacante durante la mayor parte de mi vida.

Creí que sus ganas de controlarlo todo en algún punto estuvieron justificadas por su supuesto amor de madre, pero esto había traspasado cualquier limite coherente en mi cabeza, estaba loca, ¿Quién demonios se atrevía a hacerle algo así a su propio hijo?

No miré a mi hermano bajándose de su auto al hacer lo mismo, solo me quedé de pie en los escalones más bajos, escaneando cada rincón de la entrada. Él tampoco mencionó nada, mi mensaje había sido claro, no quería hablar, no quería nada más que todos se dieran cuenta de la mierda de ser humano que teníamos por madre.

Zed seguro se preguntaba por qué demonios lo saqué de una reunión para venir al único lugar en el que no me sentía cómodo en el mundo. Pero aún así, vino. No dejaba de ser el mayor incluso aunque me alejara, estuve para ellos y al notar el desespero en mi voz, sabía que estarían para mí.

— Lucas, por favor, cálmate. —la voz de Bianca me llegó por detrás, pero mi cuerpo parecía no reaccionar. En los días grises mi hermana fue mi ancla, la luz luego del apagón. Paula ocupó su lugar al llegar a mi vida, pero yo no asimilaba aún las cosas y el Lucas que golpeó a Leonard era la persona que mi familia tendría hoy. —Hermano, por favor, el tío Dan llamó, se enca...

— No quiero hablar, Bianca. —solté en un susurro. A pesar de mi dolor, de mi ira, de mis ganas de arrasar con todo, no iba a atacar a mis hermanos. Ese no era yo. Yo buscaba al causante de mis sentimientos, no me desahogaba con aquellos que no tenían la culpa.

— Lucas, hermano. —Apreté los ojos cuando la voz de Zack me llegó seguida de su mano apoyándose en mi hombro con fuerza, sacándome de mi entumecimiento. —Bianca no pudo decir nada, pero estoy aquí. Todos lo estamos. —asentí, escuchando el auto entrando en el lugar. Todos estaban aquí.

La puerta de la entrada se abrió y mi sorpresa remplazó el enojo al ver a papá de pie en el umbral, mirando con el ceño fruncido a cada uno de sus hijos. Los chicos Stark estaban de vuelta, y solo el mayor sabía el motivo.

Había llamado a su oficina, Maxie me dijo que estaba en una reunión importante y que dudaba mucho que pudiese salir de ella, pero vino.

— ¿De qué va todo esto? —su voz, neutral, pero llena de curiosidad me dio la bienvenida. —Vaya, estás aquí. —sus ojos azules se instalaron en Zack, quien apartó su mano de mi hombro dando un paso al frente de tal forma que quedó a mi nivel.

— Mi hermana me lo pidió. —mencionó con la frente en alto, tomando la mano de Bianca y atrayéndola directo a él. Nuestra hermana ni siquiera miró a papá, solo le sonrió de lado a Zack sin apartar sus ojos preocupados de mí.

Con un suspiro, tomé la iniciativa pasando a papá y entrando a la casa. Estar aquí no traía buenos recuerdos, de hecho, solo quería hacer esto y salir de aquí.

Mi mano tembló antes de aferrarse al pomo de la puerta del estudio de papá donde sabía que estaba. Eran hora de su maldito té con sus amigas y le gustaba presumir. Tres pares de ojos estuvieron en mí y en mis hermanos cuando abrí la puerta doble de par en par, sin atreverme a ver a la mujer sentada sobre el escritorio.

— Barbara. —la madre de Cecilia plantó sus ojos en mí.

— Lo mejor será que se retiren. —solté con la mayor calma posible. —Tenemos una reunión familiar.

SUDDEN DEATH (Kings Of The Game #6) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora