XXIX

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Paula.

Nunca me había considerado una mala persona, siempre trataba de hacer lo correcto incluso si no era lo que mi corazón deseaba. Era fiel creyente de que lo que hacías en algún momento de la vida se te devolvía para bien o para mal. Mi corazón parecía haber dejado de latir y ahora mis ojos solo se aferraban a la mirada engreída de la madre del hombre que amaba.

Varios pares de ojos se encontraban fijos en mí, pero apenas si me importaba. Nunca hice nada malo en su dirección. ¿Amar a su hijo había sido mi pecado? ¿Matar a mi hijo mi castigo?

Cada día de los últimos años la culpa había estado allí, atormentándome. Las palabras que ese hombre lanzó en mi dirección al despertar y decirme que mi hijo se había ido por mi negligencia, por no cuidar de mi cuerpo, por no ser una buena madre incluso antes de enterarme. Le creí. Era una niña criada de la manera tradicional, mi madre jamás había tenido una conversación conmigo sobre temas como esos, solo había estado con un hombre, por supuesto que no chisté cuando me medicaron, me resigné a sentir culpa porque así lo creí.

Oraba por las noches y en silencio cuando Amelia dormía, le pedía perdón a mi hijo por no corresponderle ni cuidarlo como debí. Era duro enterarme que no tuve participación alguna en que ya no estuviera, incluso a pesar de que había alivio. No obstante, no podía permitirme sentirlo libremente, porque si que había un culpable y era la mujer que me observaba a un par de pasos.

— Paula, cielo...—sacudí la cabeza en dirección a Bianca y no me atreví a voltear a ver a nadie.

Había tomado mi auto, dejado a Amelia con Zoey, solo para interceder por ella, para evitar que Lucas hiciera algo de lo que después podía llegar a culparse. Después de todo, los padres también tenían derecho a equivocarse. Sin embargo, lo que acababa de escuchar iba muchísimo más allá de una equivocación, era un maldito capricho que llegó demasiado lejos y acabó con parte de mi vida hace años.

Mis pies se dirigieron a ella, mi corazón acelerándose a medida que me acercaba. No obstante, solo me detuve al llegar junto a Lucas. Sentía un nudo en la garganta tan fuerte que me sorprendió cuando mi voz logró salir a medias.

— ¿Es verdad? —las lagrimas se acumularon en mis ojos solo de pensar en instalar del todo la idea en mi cabeza.

Lucas no atendió a mi pregunta, ni me miró. Era como si estuviese perdido en su propio mundo y solo podía pensar en lo difícil que era para él todo esto.

— Bianca. —mi amiga sollozó, acercándose y solo logrando asentir al llegar a mí.

Mi corazón se quebró un poco más. ¿Cómo alguien podía hacer eso? ¿Cómo le había dado lo que hizo para mirar a su hijo a los ojos todos estos años?

Me giré hacia la rubia junto al sofá, rodeada de dos de sus hijos. Sus ojos no se apartaron de los míos, pero mi cuerpo solo actuaba por instinto ahora. La odiaba incluso si no lo exteriorizaba, el sentimiento que se acumulaba fervientemente en mi pecho se podría asemejar al desprecio mezclado con el sin sabor de saber que mi bebé no había nacido por su culpa.

— Casi nueve años he pensado que tuve la culpa. —musité, controlando las ganas de llorar. —Espero algún día pagues por ello, por arrebatarme a mi hijo y dejarme un recorrido lleno de dolor durante años.

— Ese niño no iba a manchar el...

— Era un ser inocente, no tenía la culpa de nada. —la interrumpí. —Tú eres una maldita mierda de ser humano.

— Lárgate de mi casa. —Lucas pareció encender el interruptor porque arremetió contra su madre, tomándola de los hombros respirando pesadamente. No quería esto. Lo conocía, podía sentir dolor, enojo, pero este no era él y ella no era cualquier persona.

SUDDEN DEATH (Kings Of The Game #6) SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora