Capitulo 9

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Debo de reconocer que estoy demasiada asustada, aunque el padre Agustín está tratando de que vea las cosas desde otra expectativa. Pero, aunque me encuentre en un lugar tan tranquilo y tan lleno de paz como se trata del convento de las monjas, no me veo de nuevo encerrada entre cuatro paredes, aunque esté arrepentida por mis acciones.

Necesito creer que todo lo que me está sucediendo se va a solucionar, creo que Dios me está poniendo a prueba y por ello debo de ser más fuerte, porque estoy segura de que él no me va a abandonar. Llevo mis pocas pertenencias hasta una habitación muy humilde, tan solo tiene una cama y una mesa de madera y una silla. Miro en silencio a la madre superiora, la cual se ha mostrado muy atenta y cordial conmigo desde que el padre Agustín le contó mi problema.

Solo hay un grupo de ocho monjas ya mayores. La hermana del padre Agustín, la madre superiora, habla conmigo sobre mi vida en general. Mientras que yo le narro lo que es mi vida, ella me escucha paciente sin soltar mi mano, pues a habido momentos en los que el dolor se ha manifestado formando lágrimas.

Sor Magdalena, me recuerda que todos hemos cometido pecados, nadie es perfecto, pero siempre hay que estar dispuesto para remendar nuestros errores e intentar ser mejor personas a pesar del daño que nos han causado. Pues solo Dios será el encargado de juzgarnos y solo él sabe nuestro destino.

Sor Magdalena me lleva hasta un pequeño comedor para cenar. Allí soy tratada con amabilidad por las demas monjas. No tienen mucho que ofrecer, pero lo poco que disponen lo comparten con gusto.

Tras la cena y rezar, todas nos vamos a dormir. En cierto modo estoy agotada con todo lo que me ha sucedido. Tengo ganas de llorar, pero no lo voy a hacer. Hoy he aprendido una lección. Nunca terminas de conocer a las personas y cuando peor estás, siempre hay alguien dispuesto ayudarte.

Había pasado el fin de semana más rápido de lo que imaginé. He estado ayudando a las monjas en la cocina, trabajando en un pequeño huerto recolectando hortalizas y rezando con ellas. En estos días me sentido útil y en paz conmigo misma. El aire que se respira es agradable, nada tiene que ver como cuando me encontraba en casa de mi tía. Que, por cierto, durante estos días no he sabido nada de ella.

Me tocaba regresar de nuevo al instituto para terminar mis exámenes. Había estudiado por las noches preparándome a fondo para ser alguien el día de mañana.

No sé porque, pero nada más poner un pie en el instituto siento que algo malo me ha ocurrir. Percibo inmediatamente como una nube gris comienza a formarse encima de mí a base de burlas y algunas personas señalándome con el dedo. Intento esconderme y caminar rápido hasta el aula donde al sentarme, mis compañeros empiezan a reírse de mí leyendo algo en sus teléfonos que me deja preocupada y al mismo tiempo me pone nerviosa.

Dejo que pase la clase para después irme hasta la biblioteca donde me escondo de mí misma. No he hecho nada malo, pero siento una enorme presión golpearme muy seguidas,  en el centro de mi pecho. Jazmín se acerca hasta mí. No quiero hablar con nadie, trato de levantarme, pero ella me detiene.

— Oye, no tienes por qué salir huyendo. Yo solo venía a decirte el porque eres el centro de burlas del instituto. Vamos que has pasado de ser un don nadie a que todo el mundo se haya enterado de lo que escribes en tu diario.

— ¿Cómo que mi diario? No entiendo absolutamente nada.

— Pero vamos a ver. Tú, ¿No utilizas internet? Ayer se publicó en el chat del instituto hojas escritas, donde cuentas cosas un poco raras y algunos dibujos. Los dibujos me encantaron, por cierto.

—Cosas raras, como que he estado esperando días para que me traigan la comida, que hoy ha venido mi padrastro y me ha vuelto a decir lo mismo de siempre... ¿Eso es lo que se ha publicado?

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