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Noel

Los momentos decisivos entre que el vampiro me creyera o que terminara por arrancarme la cabeza, se sentían como en un odioso cronometro.

Él me miró seriamente evaluando lo que acaba de confesarle.

—¿Si te enseño una foto de dos humanos puedes decirme si son ellos? — su respuesta me tomó desprevenido, mi yo negativo se había imaginado el peor de los escenarios por ejemplo que no me creyera, pero el hecho de que él ya tuviese a los posibles sospechosos fue como encontrar un faro en la neblina. En su celular buscó un par de cosas y me enseñó la fotografía. Si, no había duda. Era uno de ellos. Asentí—¿Estas... estas completamente seguro?

No era necesario atar más cabos, él los conocía. Y al parecer perfectamente ya que su rostro se desfiguró con mi confirmación. Algo dentro de él se rompió. Yo era un experto en reconocer esa expresión.

—Escúchame bien Noel, no dejes por nada del mundo que ellas regresen a Luxemburgo y muchos menos a Alemania, nosotros vivimos en Hamburgo. Que no vayan allí.

<<Vaya, vaya. Yo pensé que exigiría llevárselas con él.>>

—¿Por qué? — dije con el corazón latiéndome fuerte a causa de la tristeza que me provocaba el solo pensar en alejarme de Melissa. — ¿Quiénes son ellas?

Si iba a llegar al extremo de ayudarlas a escapar de casa, tenía que saber a qué me atenía. No podía entender por qué Silas no había querido ayudarlas. Su motivo de querer tener un cachorro con Melissa no me parecía suficiente. En dicho caso, él podría buscarse a alguna otra criatura que colaborara de buenas ganas con su propósito.

—No te interesa —respondió a secas mirándome de reojo. Él me evaluaba.

Ofreció su mano para asentar nuestro acuerdo y yo rápidamente respondí dando un apretón fuerte y firme. Sus ojos se entrecerraron.

<<Sigue dudando de nosotros, idiota.>>

—Protegeré a las mujeres con mi vida, Marcos.

<<Aunque no termines de decirnos quienes son ellas.>>

—Märco —dijo corrigiéndome, —mi nombre es Märco Sneider. Intenta pronunciarlo bien.

Asentí un poco ofuscado. ¿Cuál era su maldito problema?

—Ahora vete —me señaló la ventana, —te recomiendo largarte por donde te metiste. Mis hombres no son tan tolerantes como yo para con tu raza. Tengo una llamada importante que hacer.

El corazón volvía a latirme desbocado al salir a hurtadillas por la ventana en la que había entrado a la suite. Una tonta corazonada hizo que me devolviese en el momento exacto donde una mujer pelirroja atacaba al vampiro que hasta minutos atrás hablaba conmigo. Pude ver, más no oír, con claridad como cruzaban un par de palabras para luego ella entre lágrimas herirlo.

Olfateé suavemente para recoger su esencia. Una vampiresa.

¿Lo habían traicionado o...? Mierda. Había que tener agallas para pensar en siquiera conspirar contra un líder de un clan de vampiros.

Ella lo dejó dormido, esperaba y tomándolo delicadamente entre sus brazos comenzó a sacarlo. Miró el teléfono que había caído a sus pies y revisó las llamadas, cuando este comenzó a sonar de nuevo reconoció la llamada y su rostro se desfiguró. Con fuerza arrojo el aparato contra la pared haciéndolo añicos. Olfateó por última vez la habitación y sonrió.

—La vida parece sonreírme —murmuró, —no les va a costar nada atar cabos y acusar a los perros inmundos.

No. Diablos.

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora