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Melissa

Las palabras de Aixa me dejaron atónita, intentando y al mismo tiempo no queriendo, procesarlas. No quería creer que sus palabras fuesen ciertas. ¡Lo que me faltaba!

No, por Dios. No podía ser posible que mi vida cambiara de esta manera. ¿Resultaba ahora ser que no era una Wellton?

—Quiero saber si eres una bruja como yo, o solo vampiresa —repitió ella recién ahora reparando en mi expresión. —Los polvos, ¿no sientes nada?

Negué.

—¿Oíste a mi madre hablando con... Eduardo? ¿tu padre? —pregunté sin siquiera querer pronunciar el nombre de ese hombre al que solo había visto una vez en mi vida. Aquella cuando nos despedimos de mi madre y junto a Noel y Märco nos dirigimos a Hamburgo.

Aixa asintió.

—Si. Él estaba preocupado por tu madre y... ustedes.

Ella me rodeó mirándome de hito en hito. Un chasquido resignado fue su veredicto final. No podía dilucidar si se encontraba desilusionada o no. La pequeña bruja parecía ser un enigma.

—¿De veras que no sientes nada? —insistió. —¿Nada de nada?

Volví a negar.

—Aixa, ¿puedes decirme exactamente que escuchaste?

Ella se encogió de hombros y guardó la pequeña bolsa con los polvos en su morral.

—Tu mamá le hablaba sobre tu hermana, una deuda de sangre y algo respecto a los poderes o dones de ustedes dos —hizo una mueca al recordar la conversación. —Mi padre casi enloquece y le cuestionó por la paternidad de su marido fallecido. Por tu edad, supe que hablaban de ti y no de tu hermana. ¿Sabías que nuestros padres fueron pareja? O quizá amantes mientras tu madre estaba casada, pero mi yo positiva se inclina por la primera opción. No sería nada bonito para ustedes que su mamá sea una vampiresa infiel... ¿lo imaginas?

Tragué grueso. Me dolía a un nivel inimaginable la posibilidad de que Amadeus, mi padre, en realidad no fuese quien me había engendrado. En un lugar muy dentro de mi también la rabia comenzó a formar un pensamiento bastante negativo. Mi madre se había encargado de echarme en cara mi "descaro" por interesarme primero en Silas y luego en Noel. ¿Con qué derecho?

El ladrón juzga por su condición, había oído alguna vez. Ahora eras palabras le quedaban como anillo al dedo al comportamiento de mi madre.

—No creo que seas mi hermana —concluyó como si en sus manos tuviese un poderoso examen de ADN. — Los polvos que te he rociado podrían activar la magia de cualquier ser, sin importar su naturaleza —me informó calmadamente. — Los usamos para cazar elfos camuflados.

—¿Qué?

Aixa se tomó el trabajo de explicarme la clasificación élfica y sus rangos de peligrosidad al manipular la magia. De más estaba decir que no presté ni la mínima atención a la catarata de palabras que de su boca emergían.

—En fin —sacudió sus manos con un gesto exhaustivo por tan ardua explicación, —esos desgraciados traicioneros son peligrosos. ¿Qué hacías tú aquí?

Miré la luna de nuevo y a nuestro alrededor. Hice nota mental de reclamarle a mi madre en cuanto tuviese oportunidad por la "pequeña confusión" que Aixa y su padre parecían tener.

—Nada —le conté, sintiéndome familiarmente en confianza con la bruja. — Estaba buscando un consuelo, o una especie de guía —Aixa se me quedó mirando muy interesada en lo que dijese. —Mi compañero. Es decir, el lobo que me mordió, ha desaparecido. Creo que él me ha dejado.

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora