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Melissa

La luna se veía hermosa esta noche, o quizá era el sabor a la libertad lo que la hacia ver tan brillante. La noche no estaba fría, una brisa fresca se sentía de vez en cuando. Y a mi lado, una excelente compañía.

¿Pero por qué yo me sentía tan desabrida?

—Soy patética —confesé muy a pesar. Noel me observaba atento y procesando cada una de mis palabras, —muy en el fondo de mi corazón rogaba que todo este embrollo me dejara... me dejara —me callé, ¿Cómo hacia para explicarle lo que sentía sin verme como una solterona patética? —Olvidado. No lo entenderías.

Su mirada se apagó de a poco. Inspiró profundamente y luego me miró a los ojos. Él se veía tan resignado y yo tan patética confesándole mis frustraciones. ¿Es que acaso no tenía dignidad?

Noel era un amigo, debía comenzar a verlo como tal. No estaba mal confiar de vez en cuando y desahogarte con otra persona. De eso debía convencerme.

—Que te dejara quedarte con él —sonrió a medias. —Silas de veras te gusta, ¿no es cierto?

Me detuve durante un largo minuto a procesar su pregunta. ¿Me gustaba el Alpha o sería la idealización de al fin dejar la soltería?

Bebí otro largo trago del coñac añejo que había comprado al dueño de la casona donde pasaríamos la noche.

—¿Puedo ser completamente sincera contigo? —mi respuesta lo tomó desprevenido. Quizá él también esperaría una confesión de amor eterno y desesperado hacia su Alpha. —Silas es el primer hombre heterosexual que se fija en mi.

—¿Qué?

—En mi comunidad soy un bicho raro, ¿sabías? —otro sorbo al licor. —Algunos murmuran a mis espaldas y otros directamente se ríen en mi cara.

El brillo en sus ojos no me pasó desapercibido.

—¿Por qué se reirían de ti?

Ah, Noel era tan inocente sin siquiera proponérselo.

—Porque soy fea, Noel. ¿No me ves? —dije señalándome completa. —En el proceso de selección natural no me encuentro como uno de los objetivos predilectos... soy simplemente... evitable...

Me detuve, no porque mi cerebro lo ordenase sino porque una fuerza externa lo hizo. Un toque suave y gentil.

Un beso casto y puro.

Noel me besaba con cuidado, acariciando mi mejilla derecha. Me corregí, él limpiaba una tonta lagrima que por allí descendía.

—Eres la criatura más sublime que he podido conocer, Melissa —dijo bajito como midiendo mi reacción a su contacto. —Silas no es el único hombre que lo ha visto...

Me besó de nuevo, y esta vez correspondí a su beso. Yo no era una experta, y él tampoco. Mi corazón bombeo rápido en mi pecho.

—¡Melissa! — un gritó enojado nos sacó de nuestra burbuja de ensueño. Mi madre se acercaba furiosa hasta nosotros. Noel, como todo un caballero se adelantó protegiéndome con su cuerpo. —¿Qué demonios haces ahora? ¿Es que a ti no te bastó con el otro lobo? ¿Cuál es tu maldito problema para saltar de hombre en hombre?

Jamás, en mis veintinueve años de vida, había creído que alguna vez desconociera a mi madre.

—¿Hablas por experiencia propia mamá? —contesté envalentonada. Ya no más. Esta vez decidía que era suficiente. —¿Por qué te enoja tanto que coquetee con ellos?

Mi madre apretó con fuerza los dientes al oírme.

—Ella seguramente no quiso decir eso —Noel se interpuso entre nosotras, disculpándose. Pobrecillo, no tenía idea de donde se metía. —Ella...

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora