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Noel

—Ven aquí —dijo Keira bloqueando la puerta de mi habitación antes de que la cerrase en sus narices. —No he terminado de hablar contigo. ¿Es cierto lo que has dicho?

Exhalé ruidosamente dejándola entrar a mi cuarto.

—Sí.

Ella se sentó en mi cama, cual paciente que acude a la consulta de su terapeuta. Acomodó un almohadón tras su espalda y habló;

—Silas y nuestro padre están empeñados y convencidos en que harás buenas migas con la estirada Alpha de Irlanda.

—¿Es irlandesa? —pregunté mientras tomaba una mochila de mi armario y la llenaba con un par de prendas.

Sí, mi huida seguía en pie. Aún no sabía cuándo Silas aflojaría su vigilancia en mi o mi madre se decidiría a delatarme, por ello debía estar preparado para escapar en cualquier momento. Bien fuese por mi vida o como un desertor de la manada.

—De Galway más específicamente. Ellos estaban en un viaje, por eso no pudieron asistir a la reunión del desastre—respondió Keira sonriente. —Pero eso a ti te tiene sin cuidado, ¿verdad? —no contesté a su provocación. —¿Es cierto que la pelirroja es tu mate?

Asentí. ¿Ya que más daba? Si Keira quisiese hundirme lo hubiese hecho apenas me oyó confesarle la verdad a mi madre.

La observe sospechosamente cuando se levantó de la cama para llegar a mi lado. Ella me abrazó, provocando un chillido de mi parte.

—¿Necesitas que te ayude en algo? —la miré con el ceño fruncido. —Oye, que yo no me opongo a la locura que estés por cometer. Vas a convertirte en un rogue ¿Quién lo diría? El dulce y tierno Noel dándole justo en el hueso al orgullo de la manada— se rio. — Entonces resulta cierto el dicho ese de que los calladitos son los peores.

A diferencia de ella a mi no me hacia ninguna gracia.

—Quiero contarte algo, para que tu noticia no se vea tan opacada —dijo separándose de mi lado. — No todos los días descubres la identidad de tu destinada eterna. Además, Silas no está enojado contigo. Su ira está dirigida hacia él mismo por necesitar la aprobación del Consejo sobrenatural para llevar a cabo su "ideal de vida".

—Gracias por la información, me conmueves —dije con sarcasmo. —Para él soy un traidor, y no se equivoca. He elegido a extraños por sobre los miembros de la manada.

Keira hizo un gesto con la mano restándole interés.

—Hiciste lo que tenías que hacer. Ahora dime, ¿Cómo se tomó la vampiresa que le dijeses que es tu mate? Supongo que sería agridulce, ella se veía muy entusiasmada con Silas.

No respondí, me giré y seguí seleccionando los jeans que me llevaría.

—Porque supongo que le dijiste, ¿no es así? Noel, ella se marchó contigo para evitar que Silas... —Keira tomó con fuerza mi brazo, girándome para que la enfrentara. —¿Por qué demonios no se lo has dicho?

—No he tenido la oportunidad.

<<La mitomanía es una enfermedad, niño. No juegues con fuego.>>

La noche pasó lenta. Obviamente no me llamaron a cenar con el resto de la familia, pero no me dejé amilanar por eso. Centré mi atención e interés en pensar en Melissa y lo preocupada que estaría por no llegar esta noche a la posada con ellas.

En la mañana y ya siendo víctima del hambre bajé hasta la cocina para prepararme un sándwich o tomar un vaso de leche siquiera. Antes de entrar en, a estancia percibí la esencia de dos personas más, por lo que me quedé rezagado a un lado, esperando que terminaran sus asuntos.

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora