16

172 21 3
                                    

Noel

Desperté dando una profunda bocanada de aire. Lo primero que mis ojos notaron fue la expresión mortificada de Melissa a mi lado.

—Gracias al cielo, pensé que te había matado —respiró aliviada. Observé sus manos y sus ojos, ella volvía a ser normal. Su faceta de vampiresa ya superada. —He intentado que vuelvas en ti varias veces. Incluso te abofeteé bien fuerte.

<<Melissa.>>Suspiró mi lobo anhelante, pero a la vez tranquilo.

¿Qué diablos pasaba aquí?

Ella me sonrió y ayudo a incorporarme. Una vez sentado mi cuerpo se sintió como si hubiese dormido sobre un colchón de agujas.

Ya era bien entrada la noche y la temperatura del lugar había descendido varios grados.

—¿Qué paso? —pregunté sin recordar que demonios había sucedido en las pasadas horas. Lo último que recordaba era a Melissa acariciándome y luego —¿Me mordiste?

Ella asintió suavemente mirándome a los ojos. No se veía en absoluto mortificada, más bien parecía aliviada al no verme muerto.

<< ¿Eso debería hacernos sentir mejor?>>

—Has estado inconsciente desde hace un rato — explicó. —Tenemos que ir hasta la cabaña, tu cuerpo ha comenzado a perder calor.

No tuve en ese momento cerebro para procesar lo que me decía. Era imposible que ella supiese de mi temperatura corporal cuando nunca antes lo había notado.

—¿Cómo te sientes? — preguntó cuando recargué mi cuerpo contra el suyo. No lo necesitaba, pero me gustaba sentir sus curvas menudas en sincronía con mi cuerpo. Diosa, estaba enfermo. —Me gustaría decir que lo lamento. Sin embargo, no puedo engañarte y engañarme. Sabes delicioso, tu sangre... todo.

Y esa misma sangre que ella vanagloriaba decidió dirigirse únicamente al sur de mi cuerpo.

—Noel... compórtate —dijo coqueta y batiendo sus pestañas. —Ya casi llegamos...

Caminamos en silencio hasta la casa. Me extrañó no ver el vehículo que había alquilado. Miré a Melissa y ella se mantenía serena a mi lado.

—¿Dónde está Märco? —pregunté cuando entramos a la cabaña. Melissa me notificó que Märco había salido con su amigo y su hermana, para "ultimar detalles". La miré de reojo reparando en que tanto ella como su hermana, no tenían ni la menor idea de lo que el alemán planeaba hacer. —¿Estamos solos entonces?

Espero no me juzguen, pero por mi cabeza pasaba una sola idea; marcar a Melissa como mía. No ayudó en mucho que ella solamente asintiera a mi pregunta y que sus ojos brillaran con entusiasmo.

—¿Qué tal se sintió morderme? —pregunté abrazándola por la espalda e inspirando el aroma de su cuello. Era mi turno y mi lobo estaba ansioso por llegar hasta las últimas consecuencias con Melissa. —¿Hacia mucho tiempo que no te alimentabas?

Ella se tensó, visiblemente incomoda.

—Noel, eres al primero que muerdo —confesó. —Estoy asustada, porque creo que acabo de convertirte en mi súbdito.

Melissa me comentó lo que a grandes rasgos conocía. De cómo la primera "toma" de otro ser vivo, cargado de energía, determinaba el rumbo de la relación entre víctima y victimario. O comúnmente conocido como el lazo de amo – súbdito.

—¿Qué?

—He formado un lazo contigo, cuando te mordí me compartiste...—se giró a mirarme a los ojos, — tus recuerdos dolorosos.

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora