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Noel

—Son más de diez horas, ¿Por qué no despierta? —escuché que alguien hablaba preocupado. —¿Lo mataste?

Un gruñido silenció toda pregunta o replica. Inspiré sutilmente para recoger los aromas de las personas que asistían a mi ejecución. Russel, Azel y Silas.

Carajo, estaba jodido. ¿Cómo habían podido encontrarme?

—Abre los ojos —ordenó mi hermano con su tono Alpha. Uno que no utilizaba comúnmente con nosotros.

Me senté un poco mareado resintiendo el golpe en mi cabeza y mis piernas al caer. Seguramente mi cuello también estaba magullado. No había habido suavidad en su trato para traerme.

Levanté la vista y me encontré con la mirada fiera de mi hermano. A su diestra e izquierda dos pares de ojos me observaban cautelosos y desconfiados.

—¿Dónde has estado? —escupió Silas con rabia. —¿Qué has hecho?

Me encogí en mi sitio al saberme el receptor de su ira. Pero yo no daría marcha atrás. Lo había prometido.

Este era el punto de inflexión en mi vida donde mostraba de lo que estaba hecho. ¿De algo serviría ser descendiente de la familia real no?

—Yo... estaba ocupado.

Una bofetada impactó contra mi rostro al terminar esa frase. No, no serviría de nada compartir la misma sangre que los gobernantes de nuestro pueblo. Yo estaba siendo tratado como un vil delincuente más.

—No estoy jugando, Noel —se acercó a milímetros de mi rostro. —Dime qué diablos has hecho estos días que no has asomado tus narices por la casa. Explícame porque hace días que recorres esa zona donde te encontramos.

Miré a mi alrededor. Una sutil sensación embargando mi cuerpo; como siempre, nadie me defendería. Debía agachar la cabeza y acatar cada una de las ordenes de mi hermano.

—Habla con la verdad, el hombre de la farmacia dijo que no sabía quien eras. Has ido a comprar medicinas que tu no necesitas —me miró de arriba abajo. —Te ves en perfecto estado de salud.

—Silas... yo —él me levantó del suelo como si mi peso fuese de plumas. —Yo he estado yendo de voluntario a un centro de salud precario de la zona.

Perdóname Diosa Luna por mentir.

—La gente es muy pobre allí, y yo recién estoy por comenzar mi cuarto año de estudio —continué. — Los asisto en lo que puedo... lo juro. No he dicho que soy tu hermano porque podría traerte problemas. No quiero ensuciar el nombre de nuestra familia por mis crisis humanitarias —recordé las palabras de Azel el día que Silas me había golpeado. — La gente realmente necesita atención medica...

<<Mentiroso. Mentiroso.>>

Él me miró fijamente evaluando mis respuestas.

—¿Dónde has estado quedándote? Tu cuenta se encuentra sin ningún movimiento. Revisé tu auto, ¿Cómo compraste esas medicinas? ¿De dónde sacaste dinero?

Ah lo olvidaba, como podría usar un dinero por el que tenía que pedir permiso y hasta venerar a mi hermano por dármelo.

—A..a...algunos de ellos me dan dinero...

—¿No dijiste que eran pobres?

<<Mierda.>>

—Son... son granjeros que cambian sus productos por un par de monedas. Pregúntale al farmacéutico... lo que consigo no es muy caro... son... son plantas...

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora