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Melissa

Miré al cielo y respiré profundamente. Todo estaba tan calmo y silencioso. No quise ser pesimista, pero la incesante sensación de la calma antes de la tormenta no dejaba de atosigarme. Había pasado la última semana junto a Noel y a Sneider elucubrando un plan en el cual tenía solo un papel pasivo.

¿Me quejaba? Pues, a decir verdad, no tanto. Era molesto a veces no formar parte activa de lo que sucedería, pero ya había entendido que mis carentes habilidades sobrenaturales entorpecerían la situación en vez de favorecerla.

El piar de los pollos me trajo de regreso a la realidad. Esos pobres animales de la casa que rentábamos estaban famélicos. Le había rogado a Noel por un poco de maíz para alimentarlos y él no había dudado en complacerme.

Cada cierto par de horas los alimentaba. Y en esa labor me encontraba también cuando lo vi regresar con mi hermana junto a él.

Thara brillaba y volver a verla después de todo lo que pasamos fue como un bálsamo a mi corazón.

Ella corrió a abrazarme.

—Hay alguien que te necesita más que yo —dije con cariño apartándome suavemente de su lado. Sus ojos se iluminaron al oírme, pero no cuestionó nada.

Thara se internó en la cabaña y tanto Noel como yo nos quedamos en el jardín disfrutando de una pacifica tarde noche.

—¿Crees que este bien? —pregunté luego de unos largos minutos en silencio. —Mi hermana, ella se veía normal. Sin embargo, debe ser shockeante para cualquier mujer descubrir que el hombre que está en su casa es un impostor y no su verdadero esposo.

Noel sonrió.

—Ella estará bien. Ustedes son mujeres singulares —contestó amablemente tomando asiento en uno de los peldaños de la escalera de madera en la entrada. Él tomó uno de sus cuadernos, y sacando un conjunto de plantitas de una servilleta de papel comenzó a escribir.

Solo y en ese momento, viéndolo concentrado y con tanta dedicación noté que yo jamás había reparado en lo que Noel sentía con toda esta situación. En pocas palabras él había sido arrastrado en todo este embrollo únicamente por una serie de eventos desafortunados.

Me senté a su lado y él se sorprendió. No esperaba eso, era seguro. Lo que me hizo replantearme era como de egoísta me vería a ojos de Noel. ¿Pensaría el lobo que era una vampiresa fría? Porque no lo era, estaba segura que no.

Sin percatarse de mi pesar él me hizo espacio a su lado.

—¿Extrañas a tu manada? —pregunté de repente, mirando la delicadeza en su trazo al escribir. Resoplé, ¿sería posible que todo lo hiciera bien ese muchacho? —¿Volverás con ellos una vez que todo el asunto con Sneider se solucione? Cuando se sepa que tu no atacaste a Märco y que no huiste por voluntad propia de allí. Ellos lo entenderán y regresaras como el sanador de la manada, ¿verdad?

Sus ojos grises me dieron una larga y triste mirada. ¿Qué sucedía con él? Suspirando me dio una respuesta.

—Si te dijese que no los extraño, estaría mintiendo. Ellos son todo lo que conozco...—su mirada se perdió en el horizonte. — Pero tampoco puedo ser un hipócrita y decir que los hecho mucho de menos —suspiró. —Es complicado, yo no me siento completamente feliz por haberlos dejado. Pero me siento libre, Melissa. Libre.

—¿A qué te refieres? ¿No eras libre en la manada?

Noel centró ahora toda su atención en mi persona, inspiró profundamente y luego me habló.

—Nosotros, los lobos, trabajamos de una forma jerárquica en la manada. Como si fuésemos una gran cadena que se mueve con un único propósito —hizo un ademan con sus manos, — pero tristemente cada eslabón no tiene la misma importancia. Los más importantes son los Alphas, normalmente es uno y si la manada es demasiado grande pueden ser dos. Le siguen en importancia los betas que cumplen la función de protección y control de los demás miembros.

FUEGO EN LA SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora