Parte 6

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—No lo he olvidado —respondió él, estudiando su perfil—. Y muchas veces me he preguntado qué habría pasado si hubiese yacido contigo sobre el heno —añadió, aminorando deliberadamente el paso a medida que se acercaban a su madre y su hermana.

A _____ el corazón le dio un vuelco.

—No me habría entregado sin luchar —le respondió en un tono desafiante.

Louis bajó la vista hacia ella, y una extraña sonrisa arqueó una de las comisuras de sus finos labios.

—¿Eso habrías hecho? —le preguntó con voz sensual—. ¿Tienes la suficiente experiencia como para saber cuánto excita a un hombre el que una mujer deseable intente rechazarlo?

—Dímelo tú —le espetó ella—. Según parece, crees que me he acostado con la mitad de la población masculina de Nueva York.

Louis enarcó una ceja.

—La verdad es que no sé que pensar de ti —admitió—. Cuando creo que he colocado todas las piezas del puzzle me encuentro con que hay una que me había pasado desapercibida. De hecho, estoy empezando a pensar que eres una cuestión que debería estudiar más a fondo.

_____ se puso roja como una amapola, y se sintió furiosa consigo misma por no poder evitar reaccionar así ante sus provocaciones. Pues esa vez iba a ser diferente, se dijo, no iba a lograr ponerla nerviosa.

—No te hagas ilusiones, no voy a hacer nada contigo —le advirtió con aspereza.

—Y yo que tú no daría eso por hecho —farfulló él, sacando un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta, y encendiéndolo mientras la miraba de reojo — Aquella mañana en el establo me lo estabas pidiendo a gritos.

_____ se estremeció ante el recuerdo de su propia debilidad ese día, y cerró los ojos un instante.

—Aunque sea ranchero, eso no significa que me pase todo el día entre ganado —le dijo Louis, dando una calada al cigarrillo—. Sé qué hacer con una mujer, _____, y puedo llegar a perder la cabeza si me tientan. Tú estuviste a punto de conseguirlo, porque los dos sabemos que tú fuiste responsable de lo que casi pasó en el establo: los vestidos escotados, el maquillaje, esas miraditas de «ven aquí y bésame...»

—Basta, por favor —le rogó ella, interrumpiéndolo—. No tienes ni idea de hasta qué punto me arrepiento de aquello, y te agradecería que no volvieras a mencionarlo. Por mi parte no tendrás nada de lo que preocuparte esta vez. No volvería a coquetear contigo aunque me dieran un millón de dólares.

—Y será lo mejor —murmuró él secamente—. Los rancheros vivimos con el temor constante de ser seducidos por las salvajes chicas de ciudad como tú— añadió con una nota de ironía en la voz, y esbozando una media sonrisa.

_____ le habría contestado, pero habían llegado junto a Lottie y su madre.

—Cielo santo, el fin del mundo debe estar próximo —dijo la señora Tomlinson riéndose—. ¿Me engañan mis ojos o por una vez no estáis discutiendo? Hasta me ha parecido ver que sonreías a _____, Louis —dijo mirando fijamente a su hijo.

Louis enarcó una ceja.

—No, ha debido ser un espasmo muscular —respondió.

—Ya decía yo —contestó Johanna Tomlinson riéndose. Se volvió hacia la joven y la abrazó afectuosamente—. Es maravilloso tenerte aquí, querida. Entre Louis haciendo visitas de negocios aquí y allá, y el repentino interés de Lottie por la ganadería... —añadió con una mirada cómplice a su hija—, ya estaba deprimiéndome por lo sola que me iba a sentir este verano —se quedó mirando a _____ un instante—. Espero que tú no vayas a interesarte ahora también por la ganadería.

_____ se echó a reír de buena gana.

—Oh, no, Dios no lo quiera.

—Me alegro —dijo la señora Tomlinson—. Bueno, ¿vamos a casa? No sé a ustedes, pero a mí no me vendría mal una taza de café. Louis, cariño, ¿querrás conducir tú? —le preguntó a su hijo, colgándose de su brazo.

—¿Cuándo fue la última vez que me monté en un coche contigo al volante? —le espetó él burlón.

—Déjame pensar... —murmuró su madre frunciendo el ceño—. Creo que cuando tenías trece años y te tuve que llevar al dentista porque te habías pegado con Sammy Blain y te había partido un diente... Fue una suerte que te lo pudieran pegar.

Echaron a andar, y detrás de ellos, Lottie y _____, que reprimió a duras penas una sonrisa. Era agradable ser parte de una familia, aunque sólo fuera por unas semanas y no fuera su familia de verdad.

Desde la ventana de la habitación donde dormía _____ cada vez que iba a pasar una temporada a Gray Stag se veían las montañas. Estaba decorada en tonos azules y blancos, con cortinas de encaje y una cama con dosel.

Mientras cerraba la maleta, tras haber colocado la ropa en el armario y en los cajones de la cómoda, _____ se preguntó quién habría ocupado esa habitación en la mansión original, en Borgoña. La madre de Louis y Lottie tenía ascendencia francesa, y uno de sus antepasados, al emigrar a Londres, había hecho copiar el diseño de la casa para que su esposa no sintiera tanta nostalgia. Mientras que la mansión original databa del siglo XVIII, aquella apenas llegaba a los cien años, pero tenía mucho encanto,

_____ se levantó y abrió la ventana, inhalando el aire puro del campo, impregnado con el perfume de las flores silvestres. A pesar de la hostilidad de su anfitrión, era agradable estar allí, y la compañía de Jay y Lottie le compensarían los encontronazos que pudiera tener con él.

Se dio la vuelta con un suspiro y una leve sonrisa en los labios, pero ésta se borró en cuanto sus ojos se posaron en la cama, y volvieron a su mente recuerdos de una noche que había pasado allí, cuando tenía diecisiete años, durante las vacaciones de verano.
Por aquel entonces, Louis le provocaba auténtico terror, y cada vez que se metía con ella se ponía nerviosa, y casi siempre acababa llorando y salía corriendo, tal y como había dicho Lottie.

Sus padres habían perdido la vida cuando el avión en el que volaban de regreso de un viaje se vio sorprendido por una tormenta y, desde entonces, cada vez que se producía una, evocaba irremediablemente aquel desastre, que le había producido más de una pesadilla, a pesar de no haberlo vivido en persona.

Precisamente aquella noche se había desatado una fuerte tormenta, una de las más violentas que podía recordar, y estaba llorando, acurrucada en la cama, emitiendo pequeños sollozos que creía que ninguno de los habitantes de la casa pudieran haber oído con el retumbar de los truenos.
Se equivocaba. De pronto se había abierto la puerta y había aparecido Louis, que debía haber estado asegurándose de que el ganado estaba resguardado, porque llevaba puesta la ropa de trabajo y estaba calado. Llevaba la camisa medio desabrochada, pues estaba cambiándose en su cuarto cuando la había oído, y _____ pudo entrever el bronceado tórax. No podía despegar los ojos.

Mi Enemigo-Louis & TU- TeRmInAdADonde viven las historias. Descúbrelo ahora