Parte sin título 28

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  No le estaba ofreciendo un compromiso; sólo estaba dándole a entender que quería algo físico con ella, quizá de unas cuantas noches, pero sin ningún tipo de ataduras.

—Sé lo que tú quieres —le dijo él con una sonrisa malévola—: me quieres a mí.

_____, sin embargo, siguió muy seria.

—¿Y a ti... te bastaría el deseo? —le preguntó desafiante.

Louis le dirigió una extraña mirada.

— Supongo que tendrá que bastarme —le respondió enigmático, pasándose una mano por el cabello.

En ese momento entró la señora Peake, con una bandeja cargada con té frío y el cuenco de fresas con nata que Louis le había prometido.

—Bueno, señora Peake, la dejo en sus manos— le dijo él a la mujer—. Asegúrese de que se lo come todo. Yo tengo asuntos que atender.

_____ le sonrió cuando se paró en la puerta para despedirse con un gesto de la mano.
—Gracias por la terapia —le dijo con picardía.

Durante los días siguientes, Louis volvió otra vez a su actitud amistosa, educada, y nada más. Parecía como si quisiera dejarle espacio para respirar, tiempo para considerar ese paso final, para decidir si podía conformarse con la única relación que estaba dispuesto a ofrecerle.

A _____ la asaltaban las dudas. Aun amándolo como lo amaba, no estaba segura de poder conformarse con un romance. Si aceptaba, luego le costaría todavía más separarse de él cuando se cansara de ella.

Al responderle que tendría que bastarle con el deseo, prácticamente había admitido que eso era todo lo que sentía por ella. Pero, ¿y para ella?, ¿Le bastaría a ella con el deseo? ¿Podía tener éxito una relación basada sólo en el aspecto físico? Desde luego su vida sexual sería maravillosa, de eso no tenía duda, pero ella se sentía atraída por él también en un sentido que nada tenía que ver con lo físico. Le encantaba sentarse a ver la televisión con él, cabalgar a su lado, charlar... La novedad del deseo se agotaría pronto, y entonces, ¿qué les quedaría? Se sentiría como un zapato viejo arrojado a la basura, y no creía que pudiera soportarlo.

Aquella sería la decisión más difícil de su vida, pero no podía dejarse llevar por el corazón si no quería acabar sufriendo. Además, se sentía ya mucho mejor, y pronto sería capaz de volver a hacer su vida normal. El médico de cabecera de los Tomlinson le había quitado los puntos de la pierna, y ya podía caminar bastante bien. La cicatriz de la mejilla podría disimularse con maquillaje si la llamaban de la agencia para algún trabajo... porque tenía que volver a trabajar para salir adelante. Y quizá, se dijo sin convicción, quizá el trabajo llenaría el vacío insoportable que quedaría en su vida cuando se alejara de Louis.

Cortarse una mano le habría dolido menos, pero sabía que aquello era algo que no podía eludir.

Después del desayuno lo siguió fuera, dejando a Lottie y a su madre desayunando.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Louis volviéndose, al ver que había salido detrás de él—. ¿Quieres algo, _____?

— Sí —musitó ella, pasándose la lengua por los secos labios—. Mañana vuelvo a Nueva York.

Louis se quedó mirándola aturdido, como si lo hubieran golpeado en la cabeza con una barra de metal.

—¿Qué?

—Que mañana me marcho —repitió ella—. Tengo que volver a trabajar, y por suerte mis cicatrices se están curando bastante rápido. Pueden disimularse con un poco de maquillaje y...
—¿Vas a dejarme? —explotó él—. ¿Así?


_____ vaciló, sorprendida por su repentino arranque de ira.

—Yo... —comenzó.

—¿Qué? ¿Es ese maldito contable después de todo? —le gritó él—. ¿O sólo que eres incapaz de comprometerte?

— ¡Mira quién va a hablar de compromisos! —le espetó—. ¡El señor "libre-como-el-viento"!

— ¡Por amor de Dios! ¿Qué esperabas?, ¿un contrato de noventa y nueve años? —rugió.

— ¡No, gracias! —le contestó _____ irritada—, ¡no creo que pudiera soportarte durante noventa y nueve años!

—¿Qué?, ¿Acaso me tienes miedo?

—No te tengo ningún miedo —replicó ella, poniéndose muy seria—. Es sólo que quiero más de lo que tú estás dispuesto a ofrecer, eso es todo.

—¿Cómo qué? —le espetó él con los ojos relampagueándole —, ¿portadas de revistas, pasarelas y hombres mirándote de manera lasciva mientras desfilas?

— ¡No te atrevas a meterte de nuevo con mi trabajo! ¡Es tan digno como cualquier otro! —le gritó _____.

Las facciones de Louis se endurecieron hasta tal punto que parecían roca esculpida.

— Sea entonces, vuelve a ese mundo de cámaras y lujo si es lo que quieres —le dijo él en un tono gélido—. De hecho, no tendrás que esperar a mañana. Esta misma tarde te llevaré al aeropuerto.

_____ se quedó sin aliento.

— ¿Qué?


Mi Enemigo-Louis & TU- TeRmInAdADonde viven las historias. Descúbrelo ahora