Parte sin título 11

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—Me muero por saber quién es —respondió ella sarcástica

Se cruzó de brazos y giró el rostro hacia la ventanilla, enfadada. ¡Y pensar que había tenido tantas esperanzas de solucionar ese día el conflicto que había entre ellos! Cuando le había pedido, o mejor, anunciado, que iban a ir a Banff, no había imaginado que tuviese en mente iniciar una nueva discusión.

Descendieron hacia el valle, atravesaron un paso a nivel, y finalmente entraron en Banff. La pequeña ciudad de Banff era un lugar encantador, y un auténtico paraíso para los turistas, pues había montones de tiendas y restaurantes de todo tipo.

Pero lo más asombroso era el enclave natural en el que se encontraba, rodeada por los altísimos y escarpados picos de las Rocosas, gigantescos centinelas de piedra cuya sombra majestuosa se proyectaba sobre el verde valle por el que discurría el río Bow, como una serpiente de cristal.

—Qué maravilla... —musitó _____ sin poder reprimirse, olvidando su enfado por un momento.

— Sí que lo es —asintió Louis—. Yo llevo media vida viviendo al pie de estas montañas, pero su belleza sigue cortándome la respiración.

—¿Dónde vamos? —inquirió _____, al ver que zigzagueaban por las calles de Banff sin detenerse.

— He pensado que te gustaría ver a la «vieja dama de las montañas» —dijo mientras cruzaban el puente sobre el río.

—¿La que?

—Es como llaman por aquí al hotel Banff Springs —le respondió el chico—. El edificio original se construyó en 1888, y tiene una arquitectura verdaderamente única.

Segundos después aparecía ante su vista el enorme hotel en la distancia.

— ¡Oh, es precioso! —exclamó ella entusiasmada, fascinada por su forma, que le recordaba a un castillo con sus torres.

—Pues deberías verlo de noche —le contestó él con una sonrisa—, con todas las ventanas encendidas. Es todo un espectáculo —detuvo el coche en el aparcamiento y apagó el motor.

Entraron en el hotel, y _____ admiró maravillada los suelos y paredes de piedra, así como las puertas de bronce, y lo siguió hasta uno de los comedores que llamaban La Alhambra, donde almorzaron. _____ volvía a sentir que flotaba cuando salieron del edificio. Louis se había comportado con educación, incluso con cortesía, ni siquiera había vuelto a meterse con ella.

—¿Dónde vamos ahora? —inquirió cuando ya estaban fuera.

—Donde tú me digas —respondió él—. ¿Te gustaría dar una vuelta por las tiendas?

—Pero si es domingo —replicó _____.

—Aquí muchas tiendas abren en domingo: viven del turismo —repuso él—. ¿Y bien?

—En ese caso, me encantaría —confesó ella.

—Lo imaginaba —farfulló él malicioso mientras echaban a andar—. Las compras son el pasatiempo favorito de las mujeres.

—Machista —le espetó ella, sacándole la lengua—. Seguro que tú preferirías estar con una escopeta al hombro, cazando pobres alces —lo molesto.

Louis se echó a reír.

—Bueno, cuando es temporada de caza, sí — asintió—. Y también me gusta esquiar. ¿Sabes esquiar? —inquirió volviendo el rostro hacia ella.

—La verdad es que no.

—Pues si vienes en navidades, te enseñaré. A eso... y a otras cosas —añadió observándola de reojo con una mirada que decía más que mil palabras.

Mi Enemigo-Louis & TU- TeRmInAdADonde viven las historias. Descúbrelo ahora