Parte sin título 21

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  —Estaba buscándote a ti —respondió ella antes de que el coraje la abandonara.

Louis levantó la barbilla en un gesto orgulloso, y la miró con los labios fruncidos, estudiando su esbelta figura envuelta en aquel vestido amarillo de guingán. Se sujetaba por una banda fruncida de elástico sobre el pecho, y otra en la cintura, y apenas le llegaba a las rodillas, dejando al descubierto sus largas piernas.

Un destello de pasión apareció en los ojos de Louis, y aquella pequeña grieta en su armadura le dio a ella el valor suficiente para acercarse a él. Al menos no le era indiferente, se dijo. Luego, cuando puso sus manos sobre el tórax masculino, esa impresión se reforzó. Podía sentir su corazón latiendo con una fuerza inusitada, y su pecho subía y bajaba demasiado rápido para un hombre que quería dar una imagen fría.

—¿Me escucharás ahora? —le dijo, mirándolo a los ojos—. Bruce sólo pretende desquitarse conmigo. Lleva meses queriendo que salga con él, y yo lo he rechazado todas y cada una de las veces que me lo ha pedido. Está herido en su orgullo, y por eso quiere vengarse. Es a ti a quien amo, Louis, no a él...—murmuró. Se puso de puntillas, imprimiendo suaves besos en su garganta, su barbilla, la comisura de sus labios... Armada con el recién adquirido arrojo de haberse atrevido a decirle lo que sentía por él, le rodeó el cuello con los brazos, enredó los dedos en su cabello, y posó sus labios sobre los de él en un beso apasionado, pero él no respondió.

—Oh, bésame, Louis, bésame, por favor... —le rogó, apretándose contra su cuerpo—. ¡Bésame!

Unos dedos de hierro la agarraron por los brazos y la apartaron cruelmente de él, con tanta fuerza que _____ se tambaleó ligeramente. Retrocediendo hasta una viga de madera, ella se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos y expresión aprehensiva.

— ¡No te atrevas a volver a intentar eso conmigo! —le advirtió Louis en un tono cortante como la hoja de una cuchilla—. ¡Dios!, Todo lo que Billingsly dijo de ti era verdad, ¿no es cierto?—masculló mirándola de arriba abajo con ojos acusadores—. Ésta eres tú sin máscara, ¿no es así? Libertina, lasciva, proas... y yo, como un imbécil, tratándote como si fueras de porcelana por miedo a asustarte... ¡asustarte! ¿Cuánto cobras por noche, _____? —le preguntó con una media sonrisa que hizo que a ella le entraran náuseas—. Tal vez podamos llegar a un acuerdo.

Destrozada, _____ rodeó su cuerpo tembloroso con sus brazos y se dio la vuelta para marcharse.

—¿No vas a decir nada? —se mofó él—. ¿Qué pasa?, ¿Esperabas que cayera rendido a tus pies y te pidiera que te casaras conmigo? Pues lo siento por ti, pero tendrás que ir a emplear tus artimañas con otro rico.

_____ se detuvo antes de llegar a la puerta y se giró hacia él.

—Te equivocas conmigo —le espetó—, y creerías cualquier cosa que te dijeran de mí siempre que fuera algo malo. No soy una ramera, igual que tú no eres un hombre justo, y quizá algún día te des cuenta. Claro que tampoco supondrá ninguna diferencia. Rico o no, no quiero nada de alguien cegado por los prejuicios.

Y, con esas palabras, volvió a darle la espalda y se marchó.

Louis no apareció a la hora de la cena aquella noche, y en cuanto hubieron acabado de comer, _____ subió a su habitación diciendo que tenía un terrible dolor de cabeza. Ese dolor de cabeza era sólo una excusa, pero en un sentido metafórico sí era real: metro ochenta, cabello castaño, ojos azules, y tan ciego como un topo.

Acababa de ponerse el camisón cuando oyó un golpe en su puerta. Se volvió hacia ella con el ceño fruncido.

—¿Quién es?
No hubo respuesta. ¿Podría ser que...? El rostro de _____ se iluminó. Quizá era Louis; tal vez había estado recapacitando y finalmente había comprendido que estaba equivocado. Fue a abrir, pero al hacerlo, se encontró con la desagradable sorpresa de que era Bruce quien estaba allí de pie, con la camisa medio desabrochada y una sonrisa malévola en los labios.

_____ trató de cerrar la puerta, pero el contable se lo impidió, y entró en el dormitorio dejándola entreabierta y empujándola sobre la cama.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le espetó _____, forcejeando con él, que se había arrojado encima de ella.

— Se llama «golpe de gracia», cariño —murmuró Bruce—. Adivina quién está subiendo en este momento las escaleras.

_____ lo empujó en vano, y el contable empezó a besuquearla en el cuello, e intentó tomar sus labios. Frenética, _____ oyó que los pasos de Louis se acercaban, y a los pocos segundos la puerta se abría del todo. Tras ella apareció Louis, y sus ojos la condenaron en ese mismo instante.

Bruce se apartó de ella como un resorte, y se pasó una mano por el cabello con una sonrisa de circunstancias, como si lo hubiera sorprendido su llegada.

—Lo... lo siento, señor Tomlinson —farfulló—. Nos dejamos llevar y olvidamos cerrar la puerta.

Louis lo miró furibundo, fijándose en su camisa desabrochada, y en el camisón semitransparente de _____. La expresión en su rostro era de un desprecio indecible.

—Vaya a hacer la maleta, Billingsly —le ordenó en un tono gélido—. Mañana por la mañana saldrán usted y ella de aquí.

Bruce se quedó mirándolo boquiabierto. Claramente no había esperado algo tan drástico.

—P-pero señor Tomlinson... ¿qué... qué les diré a mis superiores?

—Ése es su problema —respondió Louis—. Podrá darles todas las explicaciones que quiera cuando yo les haya relatado los hechos y les pida que envíen a otro contable. Le advertí que no quería esta clase de comportamiento bajo mi techo. Debería haberme escuchado.

—¡Pero...!

Bruce no pudo expresar su protesta, porque el chico ya había salido del dormitorio, dando un portazo que hizo que retumbaran las paredes.

El contable se quedó mirando la puerta con los ojos desorbitados.

— ¿No estaría hablando en serio...?

—Por supuesto que sí —murmuró _____ aturdida.

Se bajó de la cama y se puso su bata. Sentía como si todo su mundo estuviese derrumbándose.

—Yo... yo no pensaba que fuese a reaccionar así —balbució Bruce—. Sólo quería asegurarme que no se te tirara antes de que yo tuviera mi oportunidad, eso es todo.

—¿Que se me tirara? —repitió ella con una risa amarga—. Me odia desde que me conoció. Siempre me ha tenido por una frívola y una libertina, y ahora gracias a ti piensa que soy una especie de ninfómana. Ya ves, tus tretas han acabado por explotarte en la cara.

Bruce se había puesto amarillo y no hacía más que frotarse la cara.


Mi Enemigo-Louis & TU- TeRmInAdADonde viven las historias. Descúbrelo ahora